Reconforta ver un país, y a sus dirigentes, homenajeando a Suárez, el arquitecto que dirigido por el Rey, hizo posible una Constitución consensuada por todos por primera vez en la Historia. Sorprende no obstante tanta unanimidad, ya que el linchamiento de Suárez vino de todas las fuerzas vivas de entonces, incluida su propia organización política. También de una sociedad influida por la prensa. Sin ir más lejos, ¿no recuerdan algunas de las letrillas del Carnaval de entonces? Sólo Carrillo, siniestro personaje de la guerra, lo apoyó con firmeza, a veces en contra de su propio partido. Aún recuerdo a Epi de Serdio y a mí mismo defendiendo la Monarquía en contra de nuestros militantes. Da alipori el pésame de algunos de los que encabezaron su apuñalamiento político a base de insultos. Como Alfonso Guerra. Avergüenza también leer los halagos de sus más acérrimos detractores de entonces. Disculpen el inciso, pero el espectáculo me recuerda en cierta forma los homenajes que nuestro Félix Bayón, autor de Vivir del presupuesto, recibió de algunos que han vivido toda su vida del presupuesto. También se me vienen al pensamiento ciertos oportunistas que hoy procesionan al bueno de Quiñones. Tal como el unánime pensamiento antiliberal celebró el bicentenario liberal gaditano (hoy los liberales son estigmatizados como “neoliberales”), la dividida España actual se ha dispuesto a homenajear al espíritu de la concordia representado por el presidente Suárez. Bienvenido sea. Pero no olvidemos que las propuestas políticas de hoy van en contra de la Constitución de entonces, salvo las del gobierno, que parece no obstante bastante tenue en la defensa constitucional (espero que no). En efecto, la división territorial de España exigida por los nacionalistas, la España federal de los socialistas, la condena del franquismo amnistiado (nunca del chekismo) impuesta por el Frente Popular andaluz, las manifestaciones violentas de la izquierda extrema, y la confrontación en vez de la concordia, son los parámetros que caracterizan a la España actual después del 11 M y Zapatero. Esperemos que la catarsis de estos días haga reflexionar a las dos Españas y el espíritu de Suárez penetre en nuestros políticos.