El “compromiso” de Alberti

Sostiene Trapiello que en España, los escritores ganadores de la guerra civil han sido borrados de la Historia de la Literatura, independientemente de la muy valiosa obra de algunos de ellos. Hablamos de Foxá, Ruano, Sánchez Mazas, Panero, Rosales, Manuel Machado y tantos otros. Al mismo tiempo, a los escritores más totalitarios del frentepopulismo se les ha suavizado u ocultado los aspectos menos digeribles de su pasado. Es el caso de Rafael Alberti. Aprecio su obra, pero vean si no algunos detalles, seguramente desconocidos, que comentaré sobre él. Es verdad que los versos de Alberti al “padrecito Stalin” o afirmando que en la URSS los obreros comían caviar todos los días hay que encuadrarlos en la literatura de los años 30. Pero también lo es que hubo una tercera España intelectual ajena a las loas de ambos totalitarismos, el franquista y el revolucionario. La primera gran fractura entre los escritores españoles, que hasta entonces convivían con normalidad, se produjo tras el asalto de la izquierda contra la República, en 1934. Rafael Alberti dedicaba unos versos de exaltación a los revolucionarios asturianos que remataba con un ¡Viva la dinamita! El Mono Azul fue una revista de combate durante la guerra civil dirigida entre otros por Alberti. Animo a los lectores a que lean a Trapiello, en Las armas y las letras, lo que nos cuenta sobre su sección “A paseo”: no tiene desperdicio. La revista, partidaria de la revolución que se había desatado en España, enviaba al frente a todos los escritores que podía. Rafael y María Teresa León iban al frente de Guadarrama, donde enardecían con sus poemas a las tropas, se hacían fotos, y regresaban de nuevo por la tarde a Madrid. En la capital, vivían en un palacio, el de los Heredia Spínola; María Teresa dormía en la cama de la marquesa, “llena de cortinajes y pieles de armiño”, cuenta Morla Lynch. Hubo allí fiestas de disfraces, (con Cernuda y León Felipe) y en cierta ocasión, Miguel Hernández, que venía del frente, vio una mesa con restos de un banquete, lo que le indignó. No volvieron a hablarse. Creo que ya va siendo hora de que no apliquemos un doble rasero al juzgar la obra y la trayectoria de los escritores del siglo XX.

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