Rubalcaba defendió el domingo pasado la reforma federal de la Constitución para contentar a los separatistas, incluidos un sector amplio de los socialistas catalanes. No es una novedad histórica que la izquierda considere la nación un concepto discutido y discutible, como dijo Zapatero. Dado su carácter revolucionario en el pasado, la izquierda buscó sumar fuerzas con todos los grupos antisistema, también con los independentistas. Como cuando en la I República (1873) apoyó un sistema federal que acabó en el delirante episodio de la independencia cantonal de muchas ciudades, entre ellas de Cádiz. Tras su fundación, el PSOE siguió la tradición de aliarse al independentismo periférico y de aprovechar todos los conflictos españoles con el exterior para erosionar gobiernos interiores, según la vieja teoría leninista. Veamos. En 1898, en nombre de la paz, se mostró a favor de la independencia colonial. En 1909 los socialistas participaron en los graves disturbios de la Semana Trágica de Barcelona en contra de la guerra con Marruecos. Pablo Iglesias dijo que el enemigo no estaba fuera, Marruecos, sino dentro: el capitalismo franco-español. En 1917, la alianza de las izquierdas y del nacionalismo catalán se hizo para rebasar el orden monárquico constitucional. Los catalanistas recularon ante el temor de la amenaza revolucionaria. Por fin, en 1934, el PSOE, tras perder las elecciones, organiza junto a los independentistas de Ezquerra Republicana un asalto armado contra la República que costó más de 1300 muertos. No todos han actuado en el Partido socialista de esa forma. Ha habido alguna excepción, como Julián Besteiro, que se opuso a la Revolución de 1934. Y sobre todo los ya socialdemócratas que ganaron las elecciones de 1982 liderados por Felipe González, llamados “jóvenes nacionalistas españoles” por el New York Times. Ahí siguen Corcuera, Leguina y Bono. El propio González ha sido el único dirigente socialista que llevó soldados españoles a una guerra exterior, Irak. España necesita un partido socialista homologable a los europeos, que defienda su propia nación, y que tienda a pactar con el centro derecha como hace la socialdemocracia alemana, alejándose del comunismo.