Introducción
Este artículo está basado en una ponencia que presenté en el IV Congreso del Carnaval de Cádiz, en diciembre de 2006 Ya por entonces advertí que se trataba más bien de una aportación sobre el Carnaval del siglo XX de enfoque, de interpretación sobre lo ya investigado hasta entonces, más que una recopilación de hechos y datos nuevos, más que una investigación propiamente dicha.
El soporte en el que me basé para esa aproximación fue sobre todo bibliográfico, los libros que se habían publicado hasta entonces, y en menor medida, la prensa. Desde entonces, han aparecido nuevos trabajos al respecto que consecuentemente he utilizado para actualizar este análisis.
Por consiguiente, quiero avisar, que si bien he respetado la columna vertebral de aquella intervención, y no he variado mucho las conclusiones que allí se exponían, sí que hay algunas novedades y revisiones que lo hacen algo diferente.
UNA CUESTIÓN PREVIA: LA INTERPRETACIÓN HISTORIOGRÁFICA DEL CARNAVAL GADITANO HASTA LA FECHA DE CREACIÓN DE ESTE TRABAJO (2006).
Hasta esa fecha, la mayoría de los trabajos sobre el Carnaval del siglo XX que traté, no solo los referidos a Cádiz, presentaban una interpretación de clase, según la cual, el carnaval de la calle, el Carnaval llamado de las clases populares seria el autentico, el libre, el critico. En contraste con él estaría el carnaval de los bailes, de las reuniones particulares, de los desfiles de carruajes y en general de la clase burguesa, que a través del estado intenta “reprimir” al carnaval callejero y verdaderamente critico. Esto se vería muy claro, según estas tesis, durante el periodo de la Restauración, considerada por estos historiadores, no como un sistema de Monarquía liberal parlamentaria moderado, al estilo de Gran Bretaña, sino un sistema burgués reaccionario (téngase en cuenta que esta historiografía es partidaria de la quiebra del Antiguo Régimen a través de la Revolución de modelo francés).
Frente a ese carnaval de la Restauración y de la dictadura de Primo, según esta interpretación “progresista”, surge el Carnaval de la República, un carnaval ya distinto y que refleja el sentir popular.
El hecho de estar ya escaldado con estos enfoques de clase que yo mismo practiqué en mi juventud -y que presentan a la Historia como un conflicto entre los opresores y los oprimidos, los malos y los buenos- me incitó en su momento a revisar esta visión en el tema del Carnaval. Y efectivamente, en mi opinión, el análisis clasista chocaba de lleno con la realidad.
Tengo que advertir por último, que otros trabajos que he consultado, surgidos después de 2006 ya no presentan tanto este enfoque maniqueísta, o incluso lo superan.
RELACIÓN ENTRE CARNAVAL Y SISTEMA POLÍTICO.
Antes que nada debemos recordar cuales han sido los regímenes políticos que han tenido lugar en España a lo largo del siglo XX: 1) Desde finales del siglo XIX y hasta 1923 tuvo lugar la llamada Restauración (se denomina así a la Restauración de la Monarquía borbónica tras el breve y disparatado episodio de la I República española). Se trata de un régimen de Monarquía liberal conservador, constitucional y moderado. 2) Una Dictadura militar sostenida por el propio Rey, en realidad llamada “dictablanda”, hasta 1929, con la que colaboran incluso los socialistas. 3) Un régimen republicano que va derivando en un sistema de liberalismo radical y revolucionarismo marxista, hasta 1936 4) la guerra civil entre 1936 y 1939 5) Una Dictadura militar que deriva en un sistema autoritario. 6) Y una Monarquía parlamentaria, democrática y consensuada desde 1977 hasta nuestros días.
La pregunta que obviamente plantea el asunto que nos ocupa es ¿Hay relación entre Carnaval y sistema político?
Para empezar debemos aseverar que el Carnaval de Cádiz tiene su propia Historia, sus propios códigos interpretativos y sus propias pautas de comportamiento independientes de los avatares políticos, aunque obviamente, no haya permanecido al margen de la influencia de éstos, al contrario.
Claro que cada sistema político deja su impronta en el Carnaval de Cádiz, pero no hay una correspondencia absoluta entre modelo de Carnaval y régimen político. En realidad el modelo de Carnaval es el mismo, con variantes, desde la institucionalización del mismo a partir del año 1861 por parte del alcalde Juan Valverde[1]: Agrupaciones, concurso de agrupaciones, bailes, verbenas, mascaradas, carruajes, cabalgatas, batallas de confetti y programa de fiestas para atraer al turismo serían las características del modelo que se repiten prácticamente hasta la guerra civil, y que en parte se reproducirá en la democracia moderna. Y la censura permanente de las letras y los tipos de las agrupaciones en todos los sistemas, incluído en el idealizado de la República, ya que el poder político, hasta 1978, censura siempre, y en el caso mas extremo, prohíbe, como sucede a partir del año 1937 y a lo largo del franquismo, salvo breves y controlados períodos.
LA RESTAURACIÓN.
Desde los años 30, y a lo largo del siglo XIX, España vive un conflicto entre el liberalismo moderado y el exaltado. Tras un periodo muy convulso y delirante, el de la I República, protagonizado por el liberalismo radical, en el que España acaba dividida en cantones federales en pugna unos con otros, se conforma un régimen restaurador de la Monarquía liberal borbónica que dura nada menos que 50 años, desde 1873 a 1923. La Restauración organiza la convivencia en base a principios de libertad, derechos políticos y libre iniciativa privada, eso sí, en un régimen de orden, equilibro, propiedad y estabilidad. A pesar de que la Restauración se estudia en todos los libros exclusivamente como un periodo lleno de defectos -como el caciquismo, el fraude electoral, la politiquería, etc. lo cierto es que, sin negar sus carencias, cada vez más la historiografía actual lo presenta como un régimen cuyo haber está muy por encima del debe: se trata de un periodo muy estable que consigue encerrar a los militares en sus cuarteles durante 50 años (los pronunciamientos militares son una constante del progresismo en el siglo XIX), que se muestra respetuoso de la libertad religiosa, y en el que los derechos civiles se van ampliando, como por ejemplo el del sufragio universal masculino; también, y como consecuencia de la estabilidad y el orden, durante la Restauración se produce un crecimiento económico, si bien no espectacular, sí de ritmo creciente, continuo y desconocido hasta entonces.
Precisamente esas virtudes, permitían suponer que, como otros regímenes monárquicos europeos de similares características, como el anglosajón o el nórdico, la Restauración podría haber evolucionado hacia un régimen de libertades como el actual. Sin necesidad de que el continente, o en este caso España, pasase por unas revoluciones sangrientas a la luz del modelo francés (convulsiones que se intentaron en España, y en el continente, en varios procesos, con resultados trágicos; de ahí se derivó el modelo a Iberoamérica, que sigue con esa vía en algunos países). Sin embargo, el sistema restaurador se vio abocado al fracaso.
Además de la flaqueza y mediocridad de los políticos de la Monarquía, de sus corruptelas y apaños, y de la poca ayuda de los propios intelectuales liberales (algunos autores como José María Marco le llaman directamente traición[2]), una de las principales causas del fracaso de la Restauración monárquica estuvo en la acción concertada o no, de los grupos políticos antisistema, republicanos, nacionalistas periféricos, socialistas y anarquistas. A pesar de los empeños del sistema restaurador por incluirlos, su carácter mesiánico y su empeño separatista y revolucionario hizo imposible tal inclusión. Sucesos como la Semana Trágica de 1909, la huelga de “La Canadiense”, la huelga insurreccional revolucionaria de 1917, el “Trienio bolchevique”, etc., así lo demuestran. También, los asesinatos de los políticos más capaces y reformistas del régimen por parte de los anarquistas, -como Cánovas, Sagasta y Eduardo Dato-, que también lo intentaron contra Maura y contra el propio Alfonso XIII.
Muchos intelectuales “progresistas” y algunos políticos del propio sistema prestaron a estas acciones terroristas (y a la agitación callejera imperante) cobertura moral, en un paralelismo dramático con lo ocurrido durante muchos años con los asesinatos de ETA en la España juancarlista. Esa cobertura de estos intelectuales, siempre proclives a “escuchar”, pactar y a considerar los “argumentos políticos” del terrorismo, -sólo si se tratan de acciones revolucionarias y/o separatistas, y jamás si se refiere a la violencia de extrema derecha- ayudó decisivamente al desplome del mismo.
EL CARNAVAL Y LA RESTAURACIÓN.
La visión negativa que se tenía de la Restauración como periodo histórico negativo, en ocasiones se ha trasplantado al Carnaval. Y sin embargo son los hombres de la Restauración, liberales y conservadores del siglo XIX, en su mayoría comerciantes, profesionales liberales, prensa y empresarios los que consiguen un salto de calidad para el Carnaval de Cádiz. Si bien la fecha clave del comienzo de este realce, como se ha dicho, es anterior al régimen restaurador -1862 con el alcalde Valverde- será la Restauración la que le dé el impulso definitivo hasta llevar al Carnaval a ser una fiesta de fama nacional como de alguna forma reconoce incluso la historiografía crítica al respecto: Se potencian no solo los bailes, que son organizados por la Administración pero también por sociedades particulares, sino la calle, con la organización de bailes, verbenas, mascaradas callejeras (en los alrededores de la actual Plaza de Abastos, calle Ancha y plaza del Palillero), desfiles de carruajes, etc.[3]. En ocasiones son los propios bailes de carnaval los que quitan gente de la calle, como dice la prensa en reiteradas ocasiones (lo que niega la supuesta contradicción entre bailes elitistas y burgueses, y calle popular y crítica). Una prueba evidente del auge del Carnval de la época restauradora es el auge de las agrupaciones carnavalescas tanto en número como en calidad[4]
No es sólo que estos hombres gaditanos de la Restauración se impliquen al máximo, a través de las instituciones o de su propio compromiso financiero y organizativo (financian agrupaciones, proveen a las agrupaciones del “avituallamiento” debido, pagan los exornos, etc.) sino que defienden su Carnaval cuando se ve amenazado, como cuando en 1919 y 1921 se intenta prohibir el Carnaval a causa de la violencia política.
Pero, ¿tiene la Restauración limitaciones y censuras para con el Carnaval?
En efecto. Uno tras otro año se proclaman los mismos bandos de limitaciones y censuras, lo que por otra parte da una idea de su falta de cumplimiento, como corrobora la propia prensa. Sin embargo estas limitaciones tienen una naturaleza distinta: no es lo mismo los bandos que tratan de controlar lo que hoy denominaríamos el gamberrismo, los bandos que son celosos de la “moral y costumbres” de la época, o los que propician la censura o las prohibiciones políticas. Analicemos cada caso.
- Las limitaciones en contra del salvajismo, la gamberrada, el atropello o el desorden público.
Si bien la Restauración es un sistema constitucional, de reconocimiento de derechos y libertades, que antecede a la democracia, éste es también un régimen de orden, inmerso en una sociedad preocupada por lo moral, no relativista, y si se quiere paternalista. Piénsese que se trata de una sociedad predemocrática y predesarrollada, con altas dosis de analfabetismo e indigencia. Y de poca intervención estatal, a no ser precisamente en el orden público y las buenas costumbres. En ese sentido pues hay una primera preocupación de los poderes públicos: el desorden, el atropello, la gamberrada y el salvajismo. Y de esa preocupación vienen las limitaciones y los bandos contra los desmanes, que hoy veríamos excesivamente puntillosos e intervencionistas. La historiografía hasta la fecha nos da muestras de mayor preocupación por estos casos que por los políticos.
¿Contra qué van las prohibiciones de la Restauración, en realidad una continuación de periodos anteriores? Contra los “saquillos”, los pelotazos, el arrojar líquidos, y hasta contra las comparsas mamarrachos y patosas que prácticamente asaltan a los viandantes con el animo de pedir, tal como se hace en 1905 con esas “falsas” comparsas que molestan a los viandantes en la calle, para distinguirlas de las auténticas.
Durante años hay quejas de que la calle Ancha es el escenario donde grupos de mozalbetes se dedican al encontronazo y al atropello, lo que provoca no pocas disputas. En 1903 por ejemplo, la prensa cuenta que el confetti de Ancha se convierte en una batalla campal de los pelotazos de desarrapados contra los sombreros de las señoras y los maridos a bastonazos.
No todo es prohibir. A veces se piensa en algo positivo para evitar los desmanes, como lo que se hizo al año siguiente de esta trifulca: promocionar las batallas de flores, lo que parece que momentáneamente da resultado. Pero en 1914 siguen las trifulcas por los encontronazos de los mozalbetes, y siguen las críticas en la prensa que se muestra preocupada por aclarar que no quiere criticar por sistema el Carnaval, sino sus desmanes (la derecha siempre con su complejo de no parecer no progresista). A veces se prohíben máscaras por razones de que la ropa usada podía provocar infección, o los papelillos por ser portador de gripe, o se desecha el carnaval en verano por razones higienistas…
Los autores consultados hasta 2006 sostienen casi por unanimidad que todos estos bandos son un intento de ir contra el Carnaval en la calle. Pero más parece un intento de atajar sus desmanes que otra cosa. Lo curioso es que hoy en día, esos mismos que sostienen esas teorías de que aquellos Carnavales iban contra lo popular y callejero, lanzan diatribas prohibicionistas contra otras manifestaciones populares actuales (que a mi no me gustan, pero no por ello prohibiría) denominadas de mal gusto y “ordinarias”, como las barbacoas del Carranza o los “botellones”. También contra las Comparsas, afectadas agrupaciones de auténtica extracción popular frente a las pequeñoburguesas agrupaciones “ilegales”, por emplear el propio lenguaje “progresista”. Eso sí, nunca se les ha oído una palabra de crítica cada vez que hoy, cierta “clase obrera” correligionaria, parte el puente Carranza (y ya son veces).
- Una segunda fuente de limitaciones y prohibiciones viene de lo que hoy denominamos moral de la costumbres.
Unas limitaciones que durarán e incluirán a la propia II República, a pesar del mito de su supuesta libertad y de su “avanzado pensamiento”. La prohibición y censura más típica en el sentido de preservar las costumbres “morales”, -aparte de las de evitar la grosería, la expresión soez, o como diríamos hoy el “bastinazo”-, es la de prohibir que los hombres se vistan de mujer. Las chirigotas que lo intentaban eran sistemáticamente censuradas, por cierto, con el consentimiento del público. Por ejemplo, en 1917, en las sesiones que se celebraban en el patio del Ayuntamiento para autorizar las salidas de las chirigotas, se prohíbe una chirigota de hombres vestidos de mujer, lo que fue muy aplaudido por la concurrencia que en número de miles acudían a escuchar allí los repertorios de las agrupaciones.
- La censura política.
Es verdad que estamos ante una sociedad de orden, pero también lo es que es constitucional; la crítica política libre se da tanto en la prensa como en las coplas, como demuestra las críticas fuertes a Dato por la acotación del Carnaval a principios de los años 20, la guasa de las letras contra el alcalde Gómez Aramburu, que le pide 5 pesetas a cada agrupación por salir, -algo que se hacía con los romanceros de ciegos- con el objetivo de subir el nivel y que no salieran gente sin preparar. Por cierto, curiosamente la República cobrará a las agrupaciones que no van al concurso, puesto que éstas sí eran negocio para el Ayuntamiento.
Una prueba de libertad es que se alaba a figuras revolucionarias, como es el caso de Femín Salvochea, para quien se pide un monumento en 1923.
Lo que no hay es propaganda política directa, partidista, como ocurrirá en la II Republica, a no ser las canciones patrióticas, defensoras no de un partido sino de la nación.
A pesar todo esto, a lo largo del periodo todos los autores coinciden en la presencia de censura, también política. Hasta el momento no hemos visto criterios y clasificación del tipo de censura política. A veces se dejan pasar cosas fuertes y otras se censura cosas sin importancia; por lo que posiblemente ésta fue difusa y arbitraria, dependiendo del censor y de los intereses inmediatos del poder en cada momento.
4.Prohibiciones políticas.
Hay un caso especial de prohibición y limitación del carnaval por razones políticas aunque éstas tienen que ver más con el orden público. Se da ante la ofensiva, concertada o no de situaciones revolucionarias o de desestabilización, aunque al final el carnaval, de una u otra forma acaba imponiéndose. Esto es lo que va a ocurrir entre el año 1918 y 1922. La huelga general de febrero de 1919 produce tiros, con el balance de un muerto y varios heridos. El carnaval se prohíbe. Hay atisbos de actuaciones de chirigotas por la plaza y batallas de confetti, pero la fuerza publica los disuelve. Al final el alcalde solicita la celebración del Domingo de Piñata que se concede y se celebra con todo esplendor.
En 1921, tras la desarticulación de un grupo terrorista que había causado varios heridos en diciembre, se limita la celebración del Carnaval al Parque Genovés, pero la presión de los comerciantes y de la gente, con el alcalde al frente, lo hace celebrar. Se puede pensar que los comerciantes sólo pensaban en sus intereses, pero en realidad quieren sus Carnavales. La prueba en contrario es que cuando el Corpus de la Republica se prohíbe, y se pretende obligar que sea un día normal con comercios abiertos, ellos van a cerrar sus puertas, en contra de sus intereses; quieren también su fiesta, su Corpus.
LA DICTADURA (DICTABLANDA) DE PRIMO DE RIVERA.
El primer resultado del fracaso de la Restauración fue pues la dictadura de Primo de Rivera, una dictadura muy suave, que curó algunos de los tumores de la Restauración: el de Marruecos, el del pistolerismo anarquista y el de los separatismos. Facilitó de paso un progreso económico sin precedentes, que por primera vez empezó a cerrar la brecha económica entre España y la Europa rica. Es una dictadura que en realidad es dictablanda, con la que colabora el mismo Partido Socialista.
EL CARNAVAL Y PRIMO DE RIVERA.
Según todos los testimonios, la Dictadura no merma el auge del Carnaval sino todo lo contrario: Según Marchena el Carnaval tiene su esplendor precisamente en los años 20, donde hay más Agrupaciones que nunca.
De todas formas, hay detalles que sí denotan un periodo de mayor autoritarismo. Elegimos tres: 1) Por ejemplo, en 1925 los gaditanos, comerciantes, piden prorrogar el carnaval por la lluvia, pero es denegado. 2) La censura es más activa. 3) En 1927 se celebra en el Falla un baile para festejar la botadura del Juan Sebastián Elcano: Asistió la hija del dictador, Carmen Primo de Rivera a la que se homenajea. El periodo franquista copiará este modelo de agasajo a la nomenclatura local y nacional del régimen dictatorial, la cual será protagonista de los principales actos del Carnaval.
Sin embargo otros detalles de la evolución de la sociedad y del Carnaval, permitidos por el carácter blando de la dictadura, denotan una evolución contraria, más libre: En 1928, en plena dictadura, se oyen tangos de voces femeninas: se presenta un coro de mujeres, las Trovadoras Modernistas, que acuden al Ayuntamiento a cantar sus tangos para recoger su autorización.
Finalmente, y como cuestión anecdótica, la pugna entre los Carnavales de Cádiz y San Fernando: el alcalde Carranza llega a decir que en la Isla sólo hay cangrejos moros y bocas. Nada nuevo. Ya Fernando Quiñones dijo en nuestros días que la Universidad de Cádiz no debía ir a Puerto Real (algo que se demostró luego acertado): Un sitio donde sólo había “coñetas”.
LA REPÚBLICA.
Tras el fracaso de la Restauración y de la Dictadura, que había sido amparada por la Monarquía, ésta se ve arrastrada y surge otra forma de organizar la convivencia: la República. En un principio se trataba de un sistema teóricamente más moderno y democrático: separación de poderes, separación Iglesia Estado, libertades, derechos, más enseñanza, etc. Pero la historiografía actual, más objetiva, ha evaluado los hechos y no la propaganda dominante, y ha revisado la idealización de la República.
En la práctica se convierte desde sus comienzos en un sistema sectario en contra del centro-derecha, el cual no participa en la elaboración de la Constitución republicana, un sistema anticlerical, y de falta de libertad religiosa (se dificulta su práctica, se prohíbe su enseñanza y se expulsa a los Jesuitas), y también de falta de libertad política (se prohíbe la defensa de la Monarquía, por ejemplo), según una ley, la de Defensa de la República, que en la practica niega la Constitución y otorga al Gobierno poderes más dictatoriales que en otras épocas anteriores. Piénsese por ejemplo, que la censura la ejerce directamente el Gobernador sin pasar por los Tribunales. Para hacernos una idea más gráfica: Justo Sinova[5] demuestra que el Gobierno que mas periódicos cierra de toda la Historia de España es el de Azaña de 1932, con 120 periódicos, casi todos de centro derecha.
En Cádiz nos podemos hacer una idea del clima existente si decimos que se hacen repetir las elecciones municipales del 31, donde ganan los monárquicos, por otras donde, con una fuerte abstención, sorprendentemente ganan los republicanos; o no se celebra la Semana santa y el Corpus por el temor a desordenes antirreligiosos. Al mes de proclamarse la República se queman en Cádiz iglesias y conventos. En ese clima contra una parte de la población –los católicos, las personas de orden, se arrugan- se celebran los nuevos Carnavales republicanos.
La quiebra de la República comienza tras la derrota electoral de la izquierda en 1933 y la insurrección socialista de octubre de 1934, que produce más de 1300 muertos en toda España. Aunque antes ya se había producido la militarización de las Juventudes Socialistas. La propaganda y agitación izquierdista le da la vuelta al asalto violento contra la República y lo convierte en la “feroz represión sobre el proletariado”. A partir de ahí el acoso de jacobinos y revolucionarios contra el sistema (campaña de la “represión de Asturias” en vez de arrepentimiento, elecciones irregulares del 36, destitución ilegal de Alcalá Zamora, primavera trágica, asesinato parapolicial de Calvo Sotelo) no cesará hasta el estallido de la guerra civil.
CARNAVAL EN LA REPÚBLICA.
Analicemos algunos de sus rasgos más destacables.
1) Mas que libertad lo que hay son letras de mayor contenido directamente político. Algunos autores lo llaman “conciencia reivindicativa” y lo justifican por la pobreza que hay. Pero más que reflejar la pobreza (en 1900 hay mucha más pobreza que entonces y no hay esa “conciencia”) reflejan la propaganda política izquierdista dominante, especialmente instalada en los barrios más humildes. Una propaganda en serio, que se olvida del objetivo de divertir y divertirse usando el ingenio, propio del Carnaval. Esta es pues la novedad: propaganda política izquierdista y falta de humor. Por eso, en 1932 no se critica en el Diario de Cádiz que se traten temas sociales y políticos libremente, sino que éstos se traten en serio, porque no casa con el Carnaval, proclive a la ironía y a la guasa.
2) Que no hay libertad lo demuestra la existencia de la censura. Tras no ser autorizado el Carnaval de 1931 vuelve por fin el Carnaval en 1932, pero con los bandos y prohibiciones de etapas anteriores, entre las que se encuentran las de cantar coplas censuradas[6]. También las de usar vestimentas de Instituciones, disfrazarse del otro sexo y salir en agrupaciones sin licencia.
Miguel Villanueva también nos muestra en su libro[7] ejemplos de prohibiciones de algunas agrupaciones que no cumplidoras de los bandos continuistas, así como disposiciones del Teniente Alcalde
Eva Lopez Lobato fotocopia varias letras tachadas en su trabajo todas ellas políticas, sobre Asturias, Casas Viejas, etc. Ella afirma haber visto censurada letras que critican incluso suavemente al gobierno, pero veamos lo que nos dice sobre eso y sobre la quema de conventos en cadiz. pag 28:
“El tema de la quema de conventos es tratado por el Carnaval gaditano de forma despectiva y burlesca. Todas las letras referentes a este tema hacen un tratamiento similar de este suceso: ninguna de ellas hace por reprender o criticar la acción de los incendiarios, decantándose más bien por ridiculizar al estamento eclesiástico. Algo curioso que debo comentar es el hecho de que en ninguna de la documentación consultada he encontrado coplas que por tratar este tema hayan sido censuradas, existiendo junto a ellas otras que, por tan sólo insinuantes críticas al gobierno, han sido anuladas por algún censor”.
Ella no se lo explica pero las conclusiones no pueden ser sino: a) no se censura la mofa del clero, a pesar de que ha sido victima de un atentado no solo contra su libertad, sino contra su propia integridad física. b) hay censura por la crítica al Gobierno. 3) Conclusión: El asunto concuerda con el clima que hemos dibujado. Imposición de la izquierda más anticlerical y revolucionaria o complicidad con la misma desde el Gobierno en contra de la libertad religiosa y contra el centro derecha conservador.
3) A pesar de lo que pudiera pensarse acerca de la libertad de las costumbres, la censura moral continúa. El Diario de Cádiz publica que en 1935 no se permitió que los hombres pudieran disfrazarse de mujer o viceversa.
4) Como demostración de que la posición historiográfica local que asigna a los bailes su condición de elitista, para contraponerlo al Carnaval de la calle, La República no solo no los anula sino que los extiende Que los bailes no están reñidos con una ideología crítica o libre aunque esta fuera republicana y de izquierdas lo demuestra el baile organizada por la mismísimo Circulo de Izquierda Republicana de Azaña en el año 1935.
Faltan fragmentos del trabajo que abarca la Guerra Civil, la posguerra, la época franquista, y la democracia y que prometo afrontar en el futuro. De todas formas,
Hitos de esas etapas son:
En 1937 decreto de suspensión del Carnaval. Los gaditanos siguen celebrando la fiesta a escondidas.
Tras la terrible Explosión de Cádiz, el gobernador Valcarcel, enamorado de la Fiesta, autoriza de nuevo las agrupaciones en 1948. Las Fiestas La plaza se llena de coros y chirigotas, como en los viejos tiempos, pero ahora con la denominación de Fiestas Típicas. Se despolitiza bastante la fiesta, aunque siguen las críticas más mesuradas.
En 1967 se trasladan las fiestas a Mayo, y aparecen unas Casetas que desvirtúan el Carnaval, aunque hay que reconocer que las Fiestas Típicas consiguieron mantener las Agrupaciones y los bailes de disfraces del Falla, y por tanto la esencia del Carnaval.
En 1976 fueron las últimas Fiestas Típicas, y tras el clamor popular, el Carnaval vuelve a Febrero en 1977, y vuelven los disfraces en las calles.
En 1981 llega la tv al concurso. A partir de ahí se va ampliando las retransmisiones y el interés por el Carnaval adquiere dimensión nacional.
[1] Ubaldo CUADRADO, El Carnaval de Cádiz en el siglo XX, Publicaciones del Sur, Cádiz, 2006.
[2] José María MARCO, La libertad traicionada, Gota a Gota, Madrid, 2007
[3] José MARCHENA DOMINGUEZ, El Carnaval de Cádiz en los años 20, Actas del Segundo Seminario del Carnaval, Ayuntamiento de Cádiz. p. 42.
[4] Ibidem p. 47
[5] Justo SINOVA, La Prensa en la Segunda República española. Historia de una libertad frustrada,
Barcelona, Debate, 2006.
[6] Ubaldo CUADRADO, El Carnaval de Cádiz en el siglo XX, Cádiz, Publicaciones del Sur, 2006, p.25-26
[7] Miguel VILLANUEVA, El Carnaval de Cádiz durante la 2ª República española, Fundación VIPREN, Cádiz, 2007, p. 39-42