Vengo observando que en estos últimos años ha surgido el perfil de una nueva figura política que vamos a denominar aquí “el equidistante”. Este personaje, de edad provecta, siempre ha pertenecido a la nomenclatura progre andaluza y se ha beneficiado profesional y materialmente de sus posiciones “progresistas”. Sin embargo, al contrario de otros que no se han movido un ápice de su seguidismo sectario, lleva tiempo descubriendo algunas mentiras woke en las que se ha educado, lo cual está bien, aunque no es suficiente, porque en realidad se resiste a abandonar su posición de “progresista”, tal vez porque: no lo ve, le faltan lecturas, cuesta romper con una religión (la izquierda lo es, una religión de sustitución), hace frío fuera de la nomenclatura que en parte él ha creado, no desea perder los beneficios profesionales y materiales que le guían, o por una mezcla de todo ello. El caso es que su método actual para reconocer las barbaridades progres y al mismo tiempo no salirse de la foto del entramado es… la equidistancia. Por ejemplo, con respecto a Palestina: El ataque terrorista de Hamás está mal pero los bombardeos israelíes también. Conclusión, no hay buenos ni malos. Equidistancia, pero no. Porque el bueno, Israel, sale perjudicado.
Donde más se nota esa posición de equidistancia es en el análisis que hace de la situación actual española. Estamos ante un momento gravísimo, de ruptura de las reglas del juego constitucionales por parte de Sánchez y su Frente Popular II. Ante eso, él reconoce que la amnistía está mal pero a continuación dice que no le gustaría un gobierno con Vox, es decir ni una cosa ni la otra. Equidistacia, pero no. De hecho para explicar lo disgustado que está con la amnistía escribe críticamente más sobre PP y Vox que de la propia amnistía. En otras palabras viene a decir que si no se confecciona este gobierno “de progreso”, el gobierno alternativo de Vox tampoco le gustará. Y a él que no le obliguen a elegir, con lo cual en la práctica no se opone a esta situación de quiebra de la legalidad española.
No entraré en las meras afirmaciones del “equidistante” de que Vox es fascista. Qué fascismo más raro es ése que recibe palizas y pedradas en todas partes por donde va de las “fuerzas del progreso y la cultura” y cuyo líder es amigo de Rosa Díez, Fernando Savater, Juan Carlos Girauta, y otras figuras procedentes de la izquierda y claramente constitucionalistas militantes… Está claro que “el equidistante” nunca ha sentido el miedo de la clandestinidad ante los verdaderos fascistas ni conoce lo que es el fascismo histórico y teórico. Además, me da que tampoco está acostumbrado (ni él ni casi nadie en España) a la presencia de un espacio liberal conservador, a causa del monopolio apabullante y falsario del relato progre de estos 40 años, y de que la fuerza predominante del centro derecha, el PP, salvo el de Aznar, ha sido y es más un conglomerado de democraciacristiana y socialdemocracia, lo cual es lo mismo en parte. Y claro, en cuanto surgen ideas liberal-conservadoras, eso es fascismo, y hay que aplicar el cordón sanitario. Pasa en cierta forma incluso en el seno del propio acomplejado PP, con figuras como Cayetana o Esperanza, hoy apartadas. Al menos siempre nos quedará Ayuso, de momento.
El “equidistante” suele decir del PP que no le molesta que gobierne, pero sí le repugna su corrupción y la guerra de Irak. Aquí se le olvida de nuevo la verdadera equidistancia. ¿Por qué le repugna la corrupción pepera, que la ha habido, pero no la más importante, la socialista de los ERES? ¿Por qué le repugna la guerra de Irak, en la que no estuvimos, y no la guerra de Zapatero de Libia, que liquidó un estado prooccidental y terminó con el espantoso linchamiento de Gaddafi? De los ERES por ejemplo suele manifestar la posición oficial socialista sin pudor alguno, que está a favor del indulto y que algunos condenados son sus amigos y son buenas personas.
La realidad es que aunque le parezca mal la amnistía “el equidistante” nunca ha llegado a verbalizar las consecuencias reales que supone la aplicación de la misma: a partir de ahora: a los progresistas y sus amigos (comunistas, separatistas, exterrotistas…), no les va a pasar nada si dan un golpe de estado, o son corruptos (los ERES), o prevarican, o patean policías, o usan la violencia (ya ocurre contra Vox), porque habrá indulto, supresión del delito correspondiente, referendum de autodeterminación, amnistía o incluso mucho dinero para ellos. Pueden hacer lo que quieran. En cambio para la otra media España, la que está a favor del sistema del 78, se aplicará la ley con contundencia. En definitiva, este PSOE, y la escoria política que lo apoya, el Frente Popular II, vuelven a romper las reglas de juego como en el 36, esta vez con visos de legalidad y apoyados por un Constitucional de encargo.
En fin, que “el equidistante” sigue siendo el “intelectual” orgánico del régimen que siempre fue.