No “Gibexit”. José María Carrascal

Lo que ocurre con las trampas es que a la larga se vuelven contra el tramposo

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José María Carrascal

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

18/04/2023 a las 20:45h.

Estamos tan fascinados por nuestra guerra civil que se nos olvida el mayor contencioso internacional que tenemos desde hace tres siglos, precisamente cuando la suerte, o diría más bien el acontecer histórico, nos ofrece la oportunidad de cerrarlo a nuestro favor, ya que bien poco hemos hecho para lograrlo. Me refiero a Gibraltar.

Gibraltar en estos momentos hierve, al darse cuenta de lo precario de su situación. Al ingresar en la Comunidad Europea, Inglaterra logró meter con ella a Gibraltar, no como lo que era y es, una colonia, sino como «territorio europeo cuyas relaciones exteriores asume un Estado miembro». Coló y así se ha mantenido durante todo este tiempo. Pero lo que ocurre con las trampas es que a la larga se vuelven contra el tramposo. Y cuando Londres decidió abandonar la CE, ‘the Rock’, como la llaman, sale automáticamente de él, reduciéndose a lo que es: un peñasco a la entrada de una de las rutas marinas más importantes del globo. Lo que le ha llevado a tener más sociedades opacas que habitantes y la tercera renta per cápita del mundo, gracias al contrabando, la opacidad fiscal, una base militar y seguir siendo una colonia protegida por una gran potencia. Desde entonces, ingleses y gibraltareños vienen intentando que la colonia entre en el espacio Schengen. Respondiéndoles Bruselas que eso requeriría un tratado especial en el que España tendría la última palabra. La famosa verja es ya frontera con Europa.

Si alguien creía que los ingleses lo aceptarían, no los conoce. Al revés, han redoblado sus esfuerzos de mantener el anterior ‘statu quo’, mientras los gibraltareños, desesperados, niegan incluso el Tratado de Utrecht, que les trajo al mundo, y no han hecho otra cosa que violarlo, ya que se cedió la plaza «hasta sus murallas, sin comunicación por tierra ni jurisdicción territorial alguno», habiéndose apoderado de medio istmo no cedido, donde montaron un aeródromo. Como su pista es corta y el viento de Levante sopla fuerte, últimamente están desviando muchos vuelos al aeropuerto de Málaga, que, si nos descuidamos, será el de Gibraltar, como convirtieron los pabellones sanitarios durante las dos epidemias en el siglo XIX en cuarteles militares. Por no hablar del último párrafo del Tratado de Utrecht: «Si en algún tiempo a la Corona británica le pareciese conveniente vender o enajenar la propiedad de dicha plaza, se ha convenido que la Corona de España tendrá la primera opción para redimirla».

Sin darse por enterados. Es más, han construido un túnel bajo el aeródromo ilegal y sobre los rellenos de la costa de Levante que les vendimos, planean ensanchar playas, levantar hoteles, muelles, apartamentos, también ilegales. Han comprado a políticos, profesores, empresarios, periodistas, trabajadores, parados, que buscan lucrarse, aunque sea de peones, de la última colonia en Europa y, pronto, en el mundo. Todo ello contraviniendo la norma de Naciones Unidas de que «en territorios coloniales no pueden establecerse bases militares». Habiendo en Gibraltar cada vez más submarinos nucleares y barcos de guerra. Si Bruselas no lo remedia, en vez de ‘Gibexit’, tendremos ‘Gibentry’. En Andalucía.

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