Quizás, cuando nos carguemos Doñana, podamos montar allí un parque temático de señoritos
15 Abril, 2023 – 00:01h
EL gran proyecto frustrado de Orson Welles fue hacer una película sobre los señoritos, un fenómeno que le fascinaba. Se lo comentó en cierta ocasión a un amigo –ex señorito y ex comunista– que comió con él antes de una corrida de toros en Castilla. Cuando llegó al restorán con exagerada anticipación, Welles ya estaba allí y se había bebido un par de botellas de vino. Entonces hablaron de los señoritos y de su complicada taxonomía. No es este asunto baladí. El mundo del señorito es plural y diverso, como la España que quiere Sánchez. Algunos, los menos perspicaces o los que tienen menos mundo, sólo ven un tipo de señorito. Le pasa como a los occidentales cuando viajan a las regiones polares. Sólo perciben un tipo de blanco. Sin embargo, cualquier esquimal o inuit distingue en el paisaje entre 20 y 30 variaciones de este color. Pues igual con los señoritos. En general, la gente se suele quedar con la versión más teatrera del personaje, el señorito malvado y sin alma. Los hay a miles en nuestra literatura y cinematografía. El mejor, sin duda, es el señorito Iván de Los santos inocentes, la novela de Miguel Delibes ambientada en el campo extremeño. La interpretación que, en la película de Mario Camus, hizo de este personaje el actor sevillano Juan Diego es memorable. No se puede ser más cabrón y todo el mundo experimenta un culposo placer cuando el tonto Azarías lo deja colgando de una encina, como si fuese un galgo ya inútil para la caza. Pero el señorito no tiene por qué ser necesariamente un emisario de Satanás. Hay señoritos sentimentales y buenos, que quieren a sus tatas con amor legionario. Su representante literario más entrañable es el Marqués de Sotoancho, el personaje creado por Alfonso Ussía antes de que la ETA y la podemia le agriasen el carácter. Otro marqués, el de Leguineche, la gran aportación de Berlanga al retablo de la nobleza de ficción, nos mostraba al señorito sinvergüenza, quizás el más divertido de todos. Al personaje lo interpretó Luis Escobar, una auténtico señorito gay, opción sexual que tiene su clientela en el gremio, sobre todo en la subsección de señoritos poetas, como Rafael de León o Gil de Biedma
El verdadero señorito pocas veces se dedica a la política, aunque ha dado tribunos gloriosos como el añorado Íñigo Méndez de Vigo. Sin embargo, Juanma Moreno, por mucho que diga la ministra Teresa Ribera, no es un señorito. Está claro que la responsable de Transición Ecológica no es muy fina en sus apreciaciones sociológicas. También puede ser que en ella haya operado el viejo tópico de Andalucía como la reserva espiritual del señorito. Porque el señorito andaluz es la quintaesencia del señorito universal, para lo bueno y lo malo. Quizás, cuando nos carguemos Doñana, podamos montar allí un parque temático con señoritos en vez de flamencos y fochas morunas. El señorito como recurso económico.