No se habla de que el presidente del Gobierno debería cesarla inmediatamente a usted y las que le tocan las palmas

El Ministerio de Igualdad lo ha vuelto a hacer. Una nueva campaña y una nueva polémica que se suma al palmarés de despropósitos al que ya nos tiene acostumbrados la factoría Montero. Grandes éxitos como «El verano es nuestro», «El hombre blandengue», «Orgullo de todas, todos, todes» o «Sola y borracha quiero volver a casa», quedarán para siempre en el recuerdo de una de las épocas más nefastas para la igualdad y el feminismo en este país. Porque lo de Irene Montero y su secretaria de Estado no es solo lo peor que nos ha podido pasar, sino que es un atentado contra la inteligencia de más de tres cuartos de la población española, incluyendo mujeres, hombres y, si me apuran, hasta viceversa.
El nuevo vídeo producido por el Ministerio Audiovisual de Igualdad lo ha vuelto a hacer. Ha puesto encima de la mesa un debate que no existe, o al menos no existe en la dimensión que las alegres chicas del ministerio nos quieren hacer creer. Porque ellas dicen, en plena euforia adanista, que en España no se habla de sexo. En fin, no se le puede pedir peras al olmo, ni esperar que estas nuevas Evas hayan leído algo más que los posts de sus instragramers de cabeceras, pero sí se le pueden explicar un par de cositas, con la esperanza de que, a fuerza de repetirlo y como decían nuestras madres «algo quede».
Verá, señora ministra, tiene usted razón en una cosa: en España no se habla. Y no es precisamente de lo que usted nos dice. En España, en esta España que ustedes nos van a dejar -porque confío en que se vayan pronto- no se habla de educación, no se habla futuro, no se habla de presupuestos, no se habla de empleo, no se habla de oportunidades, no se habla de vivienda, no se habla de industria. No se habla, y ustedes lo saben, de lo que cuesta llenar la cesta de la compra, de la subida de la luz, del gas y de la gasolina, del precio de los alquileres, de carreteras, de transporte público; de políticas reales de natalidad -y el tiempo pasa, y nos estamos haciendo más viejos de lo que pensamos-, de apoyo a las familias -también a la familia tradicional, no lo olvide-, de investigación, de formación real, de las competencias laborales de nuestros jóvenes. No se habla de cultura, de planes de fomento de la lectura, de nuestra lengua, del patrimonio, de respeto, de nuestros mayores; no se habla de corrupción, de pactos demasiado interesados en el Parlamento, de leyes que no se cumplen, de lealtad institucional, de la ejemplaridad, de la consideración hacia el que piensa de manera diferente.
Es verdad, señora ministra. En España no se habla de lo que se debería hablar. No se habla de que el presidente del Gobierno debería cesarla inmediatamente a usted -y a las que le tocan las palmas-, y de paso, convocar nuevas elecciones. A ver si así, en las urnas, hablamos, de una vez, los ciudadanos.