El ciclo de la vida según Macarena Olona. Jorge Bustos

Actualizado Lunes, 20 febrero 2023 – 16:0

Olona ha venido a revelar, gran escándalo, que en Vox también se juega y se calculan las ganancias

Macarena Olona, en una entrevista en La Sexta.
Macarena Olona, en una entrevista en La Sexta.MUNDO

La velocidad con que Macarena Olona ha cambiado el papel de verdugo de los ajenos por el de víctima de los propios impresiona un poco, pero no tanto a cuantos estamos acostumbrados a juzgar la política española como el vodevil frenético en que se convirtió hace una década. Uno parpadea y la tragedia ha mutado en farsa, los bufones anecdóticos reescriben el drama central y el actor protagonista es degradado a secundario mientras el secundario domina la escena. Un secretario general del PSOE que se presentaba como liberal termina gobernando como un peronista. Un líder del PP que prometía devolver el pulso ideológico al partido se estrella contra quien mejor materializó esa promesa en Madrid. Un vicepresidente comunista obsesionado con el poder real prefiere entregarlo con tal de volver a ser un agitador. Los votantes que elevaron a la cima demoscópica a un candidato centrista según iba definiendo su proyecto lo hundieron en semanas por definirlo demasiado.

El último partido en sentarse a la mesa de la timba nacional lo hizo con una condición: distinguirse del resto de jugadores por la pureza de su ideal patriótico. Pero Olona ha venido a revelar, gran escándalo, que en Vox también se juega y se calculan las ganancias y se sacrifican los peones y hasta las damas. Ella debería saber que su denuncia será estéril, porque ella contribuyó como pocos a ahormar a su tribu en el sentido de pertenencia y en el blindaje a la crítica. La tarea de demolición que practicó a fondo con políticos de otros partidos desde el puente de mando de Vox la ejecutan ahora con ella sus antiguos camaradas. La política ofrece a veces estas estrepitosas oportunidades a la moraleja, pero nadie va hoy a la política a recibir lecciones morales sino solamente a darlas.

La lección que brinda el caso Olona es vieja como el mundo, aunque nadie se parará a escucharla. Los que fueron sus víctimas por haberlo sido y los que se desempeñan como verdugos porque no quieren convertirse en las próximas víctimas de este furioso juego de las sillas con cargo al presupuesto que es la partitocracia. Las reglas de este drama están a punto de cambiar otra vez, se percibe en el público un positivo hartazgo de las emociones fuertes y una evidente nostalgia de certezas, seguramente porque el precio de las entradas ha subido tanto como todo lo demás. Quien no aprenda el nuevo juego se quedará sin plaza. Por eso Olona trata de imprimir un drástico giro a su biografía política, aunque el latido fetal del patriotismo no aparezca ya por parte alguna.

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