Actualizado Jueves, 16 febrero 2023 – 22:57
En España, la identificación realmente violenta entre un equipo de fútbol y un Gobierno solo se ha dado con el Barcelona y la Generalidad de Cataluña

Cuando entonces, pongamos que inmediatamente después de la falta de Rifé a Velázquez que Guruceta metió por error dentro del área, era habitual que la culerada cantara burlona:
Hala Madrid, Hala Madrid,
El equipo del Gobierno,
La vergüenza del país
Obviamente no había otro porqué del ripio que el victimismo habitual. Parece que Franco era del Madrid, porque eso también les pasa a algunas -pocas- personas indecentes; pero la única ayuda extramuros que recibió el equipo fue -es y será- la de las alegres mocitas madrileñas.
En España, la identificación realmente violenta entre un equipo de fútbol y un Gobierno solo se ha dado con el Barcelona y la Generalidad de Cataluña, y más que nunca en los años de la sedición, que fueron también los de los grandes pagos al trencilla. Nunca como entonces se cumplió la función histórica que el difunto Montalbán atribuyó al equipo: ser el brazo desarmado de la rebelión catalana. Los pagos y algunos datos futbolísticos del tiempo en que se produjeron plantean la fascinante cuestión de la correlación y la causación. Si los pagos fueron causa de que al Fútbol Club Barcelona no le pitaran penaltis en contra o se trató de una simple correlación coqueta. Habría que pasar las Ligas de 2016 a 2018 por el Var, con Manuel Marchena como juez único, para saber si todo fue una ensoñación. Y en cualquier caso siempre se tendrían a mano los indultos.
ESCÁNDALO EN EL FÚTBOL

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A falta de hechos científicamente determinados hay una hipótesis convincente, que opta por una forma de causación sofisticada. Y es que el Barcelona, temiendo la influencia del Proceso en el área pequeña, tratara de contrarrestarla. Es probable que a eso se refiera el tal Bartomeu cuando habla de la voluntad de neutralización. Al trencilla se le pediría que extendiera su influencia sobre sus colegas para que no se dejaran llevar por la tentación de pitar al Barcelona todos los penaltis que su desleal actitud antidemocrática y antiespañola merecía. Si esta hipótesis algún día se probara, aún quedaría otra más interesante. Y es la de que los árbitros fuesen efectivamente sensibles a las recomendaciones del trencilla y, extremando hasta tal punto su cuidado, acabaran favoreciendo inconsciente, pero descaradamente, al Barcelona.
A algunos espíritus cognitivamente limitados, los mismos que no acertaron a ver hasta qué punto el Proceso fue hijo de Leo Messi (y un poco también de Leo Bassi, todo hay que decirlo) y de la desgraciada historia de un club que -como su nación- acumula derrotas por toda identidad, esta hipótesis les puede parecer descabellada. Pero si se toman la molestia de pensar descubrirán que el proceder del tal Bartomeu, del trencilla y de sus mandatos encaja perfectamente con el que puso en práctica el presidente Mariano Rajoy. Catalanismo cordial se llamaba y se sigue llamando la triste figura.
Unas cordialidades que duraron exactamente hasta el día 1 de octubre, cuando un puñado de servidores de la democracia -hoy encausados judicialmente por servirla- les explicaron a los rebeldes, con la pedagogía de la letra que con sangre entra, cuál era el coste de la revolución. El mismo día por cierto que el Fútbol Club Barcelona también lo aprendió, mandando jugar a sus futbolistas en un campo vacío y dando a la Historia la imagen definitiva y verídica del fin del Proceso, aquella sostenida e imprescriptible vergüenza de un país y de su Gobierno.