Culpa y verguenza. Salvador Sostres

La vergüenza deja al mal sin recorrido y sólo queda el linchamiento

Salvador Sostres

SALVADOR SOSTRES

26/01/2023
Actualizado a las 02:46h.

El gusto moderno por el linchamiento de culpables o inocentes. El microscopio que ponemos sobre la vida de los demás. La hipocresía con que nos escandalizamos de la falta ajena. Vivimos vidas de imperfección y la Civilización se basa en el sentimiento de culpa. La culpa que es el recorrido del mal para convertir lo vulgar en bondadoso.

Pero para negar a Dios, la izquierda sustituye el pecado original por el mal estructural, sin culpas personales sujetas a redención, de modo que sólo hay estructuras a eliminar junto a las personas que forman parte de ellas. Cientos, miles de personas. Da igual. La izquierda desprecia la culpa y excita la vergüenza. Avergonzar al hombre que yerra, señalarlo, marcarlo y borrarlo de la faz de la Tierra. Exigir a los personajes públicos que vivan en un plano moral superior al nuestro es condenarlos a que acaben avergonzados. La vergüenza deja al mal sin recorrido y sólo queda el linchamiento. Un hombre puede cargar con su culpa y tratar de compensar el daño que ha hecho pero la vergüenza es la fecha de caducidad del mundo, puestos todos en fila a la espera de ser lapidados por nuestros pecados.

La vergüenza nos convierte en delatores y policías. Con la culpa, nuestra vida es lo que hacemos de ella. Cuando el Estado sustituye a Dios hay vergüenza, redes sociales que descargan su tormenta. La culpa es Dios revolviéndose en tu interior contra tu defecto para volverlo virtud. Dios nunca se cansa de perdonar pero tu sientes vergüenza de pedir perdón. La hermana de la culpa es la compasión. Los padres de la vergüenza son los moralistas. Si todos somos imperfectos hijos de Dios nadie puede realmente tirar la primera piedra.

Es la dialéctica del honor-deshonor frente a la tensión entre la culpa y la redención. El liberalismo y los derechos humanos son el mismo error, porque hacen de la libertad y del derecho una finalidad en sí mismos que los banaliza y vacía de contenido. Cuando la medida somos nosotros, la vergüenza es una perspectiva de aniquilación. Cuando la medida es Dios hay culpa y redención, y la muerte no es lo contrario de la vida.

En su incapacidad por entender el alma, la izquierda ha hecho de la vergüenza sus campos de exterminio modernos. Allí encierra y tortura a los estigmatizados, algunas veces por lo que han hecho y la mayor parte de las veces por lo que simplemente son. Con la culpa podemos trabajarnos y volver flexibles hasta las cadenas más pesadas. Con la vergüenza no hay escapatoria y todo es estigma y da igual si eres inocente, o si te arrepientes, o si reparas tu deuda, o si logras convertirte en una persona distinta.

La culpa es la rabia del amor vuelta hacia adentro y estas plegarias son un camino permanente a través de la violencia. La única pregunta en verdad decisiva que cada hombre ha de hacerse para decantar su vida es si cree que puede redimirse. Dios filtra la culpa de esperanza. Para la izquierda la vergüenza es otro tentáculo de su siniestra maquinaria de desconsuelo y muerte.

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