El ruido, la furia y los idiotas

Actualizado Viernes, 20 enero 2023 – 

Vivimos días de furia y ruido que irán en aumento en los próximos meses, subiendo de volumen más y más. Hasta lo insoportable. Lo hemos visto estos días a propósito de «la polémica del latido fetal», con todo el sanchismo, gubernamental y mediático, de lo más arrebatado y contorsionista

El ruido, la furia y los idiotas
RAÚL ARIAS

Quien esté leyendo esta hoja acaso recuerde el título de la anterior: «Mentir o no mentir, de eso se trata». Era, claro, una adaptación de las que probablemente son las palabras de Shakespeare más celebradas y repetidas:To be, or not to be, that is the question. Se han citado de todas las maneras, con motivo de asuntos graves y en contextos festivos, y fue el poeta Tomás Segovia quien las tradujo por primera vez al español de una manera convincente: «Ser o no ser, de eso se trata» (arrumbando para siempre el perezoso «ser o no ser, esa es la cuestión» y el posmoderno «ser o no ser, esa es la opción»). To Be or Not to Be fue incluso el título de una película de Lubitsch, una obra maestra sin duda por ser a un tiempo trágica y cómica. Y es probable también que nueve de cada diez de los que la citan ni siquiera hayan leído Hamlet ni conozcan el alma insondable de su protagonista o las circunstancias penosas en que las pronunció, con la calavera de su bufón Yorick en la mano.

De Shakespeare ha visto uno estos días citadas en varios lugares algunas también muy famosas, adaptadas a la situación política española. En la más socorrida, Macbeth le dice a Seyton, al conocer la muerte de la pérfida reina: «La vida es una sombra que camina, un pobre actor que en escena se arrebata y contonea y nunca más se le oye. Es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota».

Ángel Luis Pujante ha juntado estas y muchas más en un librito. Nos recuerda que desde tiempos remotos circulan libritos parecidos con las citas del dramaturgo. Los políticos las sueltan desde la tribuna y los periodistas las engastan en sus artículos, añade, tratando de persuadir o hacerse respetar. Se refiere Pujante, desde luego, a políticos y periodistas ingleses. Aquí, si eres presidente de gobierno, llegas como mucho a citar a Gil de Otero.

¿Qué buscamos en las citas, con buena o mala fe, interesada o desinteresadamente? La luz de ese relámpago que alumbra, siquiera sea por uno o dos segundos, realidades en general tenebrosas, sumidas en la más competa oscuridad. También, en el caso de Shakespeare, porque después de los trágicos griegos, fue el primero en traer al teatro de una forma sublime asuntos políticos próximos, históricos, no siempre ejemplares.

Sí, se cita a Shakespeare y a otros autores porque necesitamos adivinar donde no siempre es posible deducir. Pura supervivencia. Fuese quien fuese Homero, la tradición le hizo ciego para recordarnos que nada se ve tan claro a veces como cuando lo miramos con los ojos cerrados.

Desde luego que vivimos días de furia y ruido (¿cuáles no lo son?). En España los próximos meses el ruido irá en aumento, subiendo de volumen más y más, y la furia se hará más y más sobreactuada, sobre ser la furia una sobreactuación en sí misma. Hasta lo insoportable. Lo hemos visto estos días a propósito de «la polémica del latido fetal», con todo el sanchismo, gubernamental y mediático, de lo más arrebatado y contorsionista. Nada nubla tanto el entendimiento como el ruido. Lo decía muy bien otro poeta, Juan Ramón, en uno de sus fulgurantes relámpagos: «Con ruido, no veo». Necesitan ensordecernos, el arrebato, el contoneo, para despistar y tapar sus vergüenzas.

Frente al ruido, este es el sentido que buscamos en las citas, el fulgor.

Al fulgor aspira la literatura. Se lo decía Emmanuel Macron hace un par de días a Javier Cercas: «[La literatura] es lo único que importa». Es mentira, desde luego, pero ¿qué sería de un francés sin la plesantería? No, en cambio, que la literatura nos ayuda con los nudos gordianos cuando la filosofía de la Historia enreda y tergiversa. Interesante conversación la del político y el novelista. Dejando al margen algún aserto de Cercas («creo profundamente que hoy los ucranios luchan por nuestros valores, por los valores de Europa, como los republicanos españoles en 1936»… Hombre no, hoy los ucranianos luchan contra un invasor, Rusia, y España empeñaba una guerra civil a la sombra de dos totalitarismos, uno de los cuales, el de la Urss de Stalin, tutelaba e infectaba la República), y aparte alguna afirmación de Macron («debemos imaginar Cervantes felices o Cercas felices que escriban este relato [de una Europa feliz]». Menos aún: Cervantes, feliz, poco; y ya lo dijo uno hace años: «El primer premio Cervantes se lo hubieran dado a Lope de Vega», o dicho de otro modo, jamás Felipe III recibió a Cervantes en el Alcázar elíseo de Madrid), dejando de lado estos arreos, es preciso recordar que la literatura nos ayuda a relatar, sobre todo, acontecimientos desdichados (otra muy célebre: «Todas las familias felices se parecen entre sí, pero solo las infelices lo son cada una a su manera»).

A veces de la cita nos gusta la oportunidad, otras una imagen. ¿A quién se podría aplicar hoy aquello que Tersites decía de Agamenón en Troilo y Crésida«Tiene menos seso que cera en los oídos»? ¿De cuántos, hoy sábado 21 de enero, se podría decir esta otra del Julio César sespiriano: «Antes de morir, los cobardes mueren muchas veces; los valientes solo prueban la muerte una vez»?

El ruido y la furia cesarán tarde o temprano, y el silencio volverá a ser «el mejor heraldo de la dicha», dejando en manos de los idiotas, comediantes, poetas, plumillas y literatos este cuento tragicómico que nos mantiene a todos vivos, pocas veces felices y muchas otras desdichados.

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