Mentir o no mentir, de eso se trata. Andrés Trapiello

Actualizado Viernes, 13 enero 2023 – 22

En lo que queda de legislatura Sánchez delegará el comisariado de la mentira a otros. Este es su momento. Se apartará a un lado tratando de que se olviden sus mentiras y pasará el relevo a los serviles. A partir de ahora sus ministros y parciales y cuantos integran el sindicato de la mentira y medios afines, serán quienes se encarguen de gestionar el trabajo sucio

Mentir o no mentir, de eso se trata
RAÚL ARIAS

Las mentiras de los políticos, al contrario que las del arte, son interesadas. En la novela, por ejemplo, tienen el cometido de entretener, sugestionar o consolidar una ficción. Las muelas que pierde don Quijote en sus pendencias darían para surtir la dentición de tres tiburones, tan exagerado es el número de las que le arrancan a él a «puñadas» y golpes. Las reglas del juego están claras: «Cuando dos gitanos hablan, / es la mentira inocente:/ se mienten y no se engañan». Las mentiras de los políticos, por el contrario, no se circulan por amor al arte, sino por interés, encaminadas a obtener un beneficio concreto. Los políticos mienten para engañar, y en ese sentido se igualan a los estafadores (aunque reconozcamos que unos timos resultan más ingeniosos y artísticos que otros, lo que obliga a los políticos a innovar constantemente su industria de la mentira). Por eso las mentiras de un político no son inocentes, y a veces les conducen a prisión (claro que hecha la ley, hecha la trampa, como estamos viendo por desgracia a menudo).

Hacer a estas alturas el recuento de las mentiras de Sánchez es aburrido. Las conoce todo el mundo. Tiene uno incluso la impresión de que ya ha mentido cuanto tenía que mentir en esta legislatura. De momento, no le hacen falta más. Las mentiras gruesas (groseras) y estructurales (los muros maestros de su gobierno: Podemos, nacionalistas y filoetarras, indultos, supresión del delito de sedición o rebaja de penas a los corruptos), esas mentiras, decía, son ya el encofrado que arma la idea de Estado que tiene (la tiene, nadie lo dude; en Sánchez no todo es su yo melifluo y el contoneo narcisista: no se conforma con pasar a la historia por ser el que dijo que pasaría a la historia por desenterrar a Franco). Esas mentiras soportarán lo demás, desde la ley del solo el sí es sí o la ley trans a la de memoria democrática. El trabajo ha sido arduo, no siempre ha estado exento de riesgos y escándalos y Sánchez puede sentirse satisfecho: las cosas le han salido bien. Hace tres años eran pocos los que sospecharon que llegaríamos hasta aquí. Así que tenía razón al afirmar el otro día que, pese a los agoreros, «el apocalipsis ni ha llegado ni va a llegar» (tampoco conviene echar los pies por alto: los apocalipsis solo se anuncian en el último momento).

En lo que queda de legislatura Sánchez delegará, pues, el comisariado de la mentira a otros. En la prensa del XIX se les conocía a estos como turiferarios, serviles o en un sentido amplio y figurado «cuantos pastan en el presupuesto». Este es su momento. Sánchez se apartará a un lado tratando de que se olviden sus mentiras (y con ellas sus engaños) y pasará el relevo a los serviles. A partir de ahora sus ministros y parciales y cuantos integran el sindicato de la mentira y medios afines, serán quienes se encarguen de gestionar el trabajo sucio.

Tres ejemplos recientes.

Disturbios bolsonaristas en Brasilia, bochornosos y esperpénticos. Tres mil descerebrados en un país de más de doscientos millones de habitantes. Fueron reducidos sin más violencia que la empleada por la policía francesa en dispersar a los chalecos amarillos. Hubo quien no desaprovechó la oportunidad: «Las tres horas que hicieron temblar los cimientos de la democracia brasileña», tituló un periódico. Los hechos son muy graves, desde luego, pero ¿temblar?, ¿cimientos? La mentira tenía, claro, un propósito manifiesto, de circulación española: «Todo el que no esté con Sánchez y su Gobierno, es un bolsonarista».

Cándido Conde Pumpido. Ha justificado la elección de su vicepresidenta en el Tribunal Constitucional por razones de paridad. Mentira. De haber sido esa la razón, habría brindado la presidencia a la mujer que se la disputaba, obligado como estaría, según él, a cedérsela por razones de paridad. Por tanto, cuando aseguró ese misma mañana que no habrá referéndum en Cataluña podemos maliciar que ya se le está ocurriendo algún ardid legal, artísticopara satisfacer a un Sánchez que ahora mira cómo sus peones hacen la brega por él.

Y el tercero. De hoy en siete días, el 21, están convocados a una manifestación en Cibeles «por España, la democracia y la Constitución», todos los que quieran asistir. Igual que la del 8 de octubre de 2017 en Barcelona. Si no se es nacionalista, un sedicioso o un corrupto, cualquiera advierte que se trata de una convocatoria impecablemente democrática y noble. Los convocantes son más de cien asociaciones cívicas, pero en un artículo de El PaísNuestro trumpismo tiene una cita para ti, se moteja de «trumpistas e iliberales» a los que acudan. ¿Todos? Aquí, ahora, en esta hoja, el único iliberal y trumpista, que asaltó la democracia española participando en el descerebrado esperpento del 1 de octubre de 2017 en Cataluña, es el autor de ese artículo (¿quién?, da lo mismo, en ese conglomerado de los embustes Jordi Amat somos todos), y él sabe que miente, por supuesto. ¿Entonces? Sólo quiere engañar con las peores artes, las del insulto. Claro que esto no le resultará fácil; lo decía también Juan de Mairena: «Se miente más que se engaña; / y se gasta más saliva/ de la necesaria».

Mucho nos han mentido y más que nos mentirán, pero está por ver que sigan engañando como hasta ahora (almas bellas aparte).

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