Hombres y mujeres nos queremos y nos necesitamos. No somos iguales

01/01/2022 a las 00:58h.
No ha funcionado tratar al hombre como a un asesino en potencia. El linchamiento no ha sido una buena idea. El victimismo, tampoco. El feminismo y luego el ‘me too’ son un chiringuito para que unas cuantas oportunistas se hinchen de dinero y vanidad a costa de vuestro dolor. El feminismo es la mayor maquinaria de resentimiento y odio de nuestra era. En la teoría ya se veía desde hace años, pero quedaba ‘cool’ celebrarla, y además la mayoría de periodistas sois unos afectados y unos cobardes, perritos falderos de Twitter y otras redes sociales. Llevado ahora a la práctica, en su extremo más estúpido y atroz, el feminismo da los resultados que muchos vaticinamos. Los asesinos son los asesinos pero hay un caldo de cultivo. Arzalluz decía que unos agitaban el árbol y otros recogían las nueces.
Podemos no ha tenido ningún interés en resolver el problema sino en exprimirlo para su propaganda. Su ley es un despropósito jurídico en busca de un protagonismo que finalmente ha encontrado pero en el recuento de cadáveres. Pese a la tragedia que cada muerte supone, tampoco se puede olvidar que España es uno de los países de la Unión Europea con las tasas más bajas tanto en las diferentes modalidades de violencia doméstica como en feminicidios. No es verdad que la mitad de la población quiera matar a la otra, pero es cierto que tenemos un problema.
Hay que volver a los conceptos fundamentales. Hombres y mujeres nos queremos y nos necesitamos. No somos iguales. No debe haber una jerarquía pero sí una cortesía. Hay que educar en ello. Ceder el paso a las señoras no es machista. Que un padre se tome cuatro meses de baja cuando su hijo nace es un escándalo. Cuando íbamos a cenar los dos solos, ya de muy pequeño, mi abuela me daba el dinero antes de salir de casa porque le parecía espantoso que una mujer pagara en un restaurante. A mi mujer y a mi hija les pongo las botas de esquí, y se las abrocho, y cargo con sus esquíes. Porque soy el hombre. Porque soy el marido. Porque soy el padre. Porque así me educaron, y muy bien educado.
El igualitarismo mata. Tanto en su versión económica, el comunismo; como en su versión ecológica, porque si son lo mismo un animal que una persona, da igual una granja que el Holocausto; como en su vertiente feminista, porque si hombres y mujeres no son conscientes de sus profundas diferencias, de sus distintos cometidos, necesidades y virtudes, es imposible que no colapsen cuando en la total confusión afrontan el desgaste de la convivencia.
En los colegios enseñan a poner un condón antes de leer a Dante guiado por Beatriz en el Paraíso, o el agua clara de Petrarca. Esto sólo conduce al porno y a la violencia. Hay que volver a educar en lo esencial, que es el amor y que la vida es sagrada. No un derecho. No una energía renovable. Sagrada. Porque no somos bestias. Somos personas con cuerpo y alma. A ver cómo te las apañas con Dios expulsado de clase.
El laicismo es el igualitarismo más letal. Si la vida no es sagrada da igual lo que le pase a este montoncito de carne.