Actualizado Martes, 13 diciembre 2022 –
A Rajoy le dijeron que el golpe catalán iba en serio, pero era más cómodo fiar su siesta a Soraya, a la que Junqueras masajeaba en público

ERC es el primer partido genuinamente fascista en España, y creo que el primero en contarlo así fue Pla cuando vio a los escamots de camisa verde desfilando militarmente por Barcelona. Como los camisas negras de Mussolini, los de ERC apaleaban comunistas (en Cataluña, de la CNT) y su lidercito Dencás huyó a Roma al fracasar el golpe de Estado de 1934, a medias con el PSOE.
Desde el de Prats de Molló del avi Maciá hasta el de 2017, la historia de la Esquerra es la de un golpismo empecinado que acaba fracasando. Pero también fracasó Lenin en 1905 y julio de 2017 hasta que triunfó. Y Hitler en Baviera, hasta que, por vía parlamentaria, impuso su dictadura. No hay que fiarse del fracaso de los porfiados. A veces, triunfan.
Junqueras, tuerto en el país del separatismo ciego, ya ha dicho que, gracias al desmantelamiento de la legalidad constitucional por Sánchez, «la próxima vez saldrá más barato». Y ayer mismo, el miniyó de Puigdemont que calienta la silla de Junqueras avisó de las condiciones del referéndum separatista que, con la complicidad golpista de Sánchez, piensan perpetrar. A cuenta del manifiesto que en defensa de la legalidad constitucional han firmado cinco ex ministros del PSOE, Alfonso Guerra ex vicepresidente del Gobierno, comentó que caben pocas dudas de que el nuevo referéndum unilateral y golpista se producirá. Pero a él no lo verán firmando nada en defensa de la nación y la Constitución. Menudo héroe.
A Kerenski, presidente socialdemócrata de una Rusia ya sin el zar, le dijeron al atrapar a Lenin que, teniendo las pruebas de que era un agente a sueldo de Alemania, debía fusilarlo. A Hindenburg le advirtieron de que legitimar la llegada al poder de un Hitler en minoría suponía la liquidación de la república de Weimar y el camino a la guerra. Pero Kerenski era un masón fatuo y Hindenburg un anciano achacoso y despreciaron los avisos.
También a Rajoy le dijeron que el golpe catalán iba en serio, pero era más cómodo fiar su siesta a Soraya, a la que Junqueras masajeaba en público. Hasta los mejores columnistas -hablo en serio- dicen que llamar golpista a Sánchez es una exageración, un disparate.
Sucede lo de siempre: «Eso aquí no puede pasar». Y está pasando.