Moción de autocensura
Actualizado Sábado, 10 diciembre 2022 –
La moción de Vox da a Feijóo la oportunidad de rechazarla y plantear la suya

(Oposición) El viernes, poco después de que se hicieran firmes los planes del presidente del Gobierno respecto al delito de malversación y el nombramiento de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, Alberto Núñez Feijóo publicó un par de tuits. En el primero escribió que el Gobierno «asusta». En el segundo usó varios verbos en modo futuro -«derogaremos», «denunciaremos»- para exponer sus planes en el caso de que pueda gobernar algún día. Los dos tuits describen la estrategia de oposición que ha elegido el líder del Partido Popular.
La primera es el miedo. Se da un modo ineficaz y ridículo de combatir al Gobierno, equiparándolo al de una dictadura en trance o incluso perfectamente homologada. Esto no es solo ofensivo para el Gobierno, sino también para las víctimas de los dictadores reales. En los últimos días ha habido buenas noticias para la democracia. Los manifestantes en Irán y China se han sumado al heroísmo con que los ucranianos combaten desde hace meses a las tropas invasoras rusas. Y en Perú, la presión institucional y social interrumpió la decisión golpista del ya ex presidente Pedro Castillo para mandarlo a que rindiera cuentas en una anodina comisaría limeña. Putin, Xi Jinping y Ali Jamenei asustan porque su poder no es democrático. El presidente del Gobierno de España se limita a usar la democracia para sus planes. A mi juicio, sus planes son, por lo general, indecentes. Baste aludir al último, esta reforma de la malversación que hará que robar por la patria o el partido sea un leve delito. La reforma, por cierto, apenas puede disimular su impronta nacionalista: no en vano el más célebre ladrón por la patria de la reciente historia española fue Jordi Pujol. A los planes gubernamentales se añade la actividad cotidiana, de una indecencia casi ritual. Ahí está el ejemplo de la inverosímil vicepresidenta DÍaz viajando a Argentina -como viajará- para dar su apoyo a la corrupta Cristina Kirchner, condenada en firme por un tribunal argentino. El método democrático no convierte en respetables las decisiones del Gobierno, pero las legaliza. Cualquier exageración pueril de lo que está haciendo trabaja a su favor. El presidente no es un dictador ni podrá darse el gusto. Las teorías sobre el vaciamiento legal de las democracias son vistosas, pero es llamativo que sus efectos solo se adviertan en las democracias que nunca estuvieron medio llenas. Lo preocupante para la oposición es, precisamente, el modo democrático con que saca adelante sus planes, manteniendo, según cualquier encuesta, una seria posibilidad de revalidar su mayoría parlamentaria.
La inanidad del asustadizo Feijóo y su cada vez más acendrado rol de comentarista de la política se confirman por su inconsecuencia: si tiene miedo, algo habría de hacer aparte de tenerlo. Es aquí cuando entra en juego su modo futuro: derogaremos, denunciaremos. La pregunta es lo que tiene pensado hacer ahora. Y la respuesta son tuits; incrementar, si acaso, la producción quinquenal de tuits. No parece una respuesta de intensidad proporcionada al susto. La gestión del Gobierno puede y debe combatirse mediante los instrumentos convencionales de la democracia. El serio problema de Feijóo, sin embargo, es la precariedad de los instrumentos de que dispone.
Para empezar, y contrariando una opinión pintorescamente extendida, su liderazgo está en construcción. Feijóo no ha hecho nunca política española y sus mayorías absolutas en Galicia no operan en el marco donde ahora se mueve. Hasta hace pocos meses era un desconocido semiperfecto en España. Y, además, sus credenciales, en las que torpemente insiste, de nacionalista cordial, no encajan con facilidad en el nuevo marco. Hay algo política y psicológicamente fallido en ese liderazgo, que hace temer por su consolidación. Baste decir que este viernes, un gran día laborable para el Gobierno, Feijóo viajó a Galicia para presentar feliz, arrebujadito y en familia, el cariñoso libro A propósito de Feijóo. Viajó, escribo erróneamente: cualquiera ve que solo viaja cuando va a Madrid. Al liderazgo in progress se añade una circunstancia técnica irresoluble: no es diputado. Y esto es lo mismo que decir que, como foro de confrontación, el Congreso no existe para el Pp. Trató de remediar esta debilidad citando al presidente en el Senado. No salió bien: ni en tiempo ni en forma ni en fondo. Hay un último problema para él: los medios. El relato dominante de la política española sigue escribiéndolo la izquierda. Esa es, y ninguna otra, la razón de lo que llaman la audacia del presidente del Gobierno: de los medios solo recibe inane exceso y servil glosa. La dificultad del Pp para organizar un parlamento de papel que supla al real es manifiesta, y ya su antecesor Pablo Casado se quejaba de este asunto con acierto comparable a su impotencia. La derecha española aún no ha entendido, con todas sus dramáticas consecuencias, que en España la opinión dominante es por defecto de izquierdas, y nunca habrá sido tan polisémicamente perfecta la locución por defecto.
En estas difíciles condiciones Feijóo ha tomado la asombrosa decisión de renunciar a la moción de censura, el único instrumento que le permitiría hoy confrontar a fondo con el presidente del Gobierno y entorpecer su calendario, y la única reacción que haría justicia al clima de deriva que denuncia. Su justificación, y la de sus recaderos, es aún más asombrosa: es que la perderíamos, languidece. Cada vez que la oigo me dan ganas de decirle: pues si es por perderla mejor que no se presente a las elecciones. Lo único que no importa de esa moción es el resultado. Y lo que más, observar cómo Feijóo construye una alternativa política y moral al presidente del Gobierno y, de paso, cómo lo humilla políticamente. Todo ello es tan evidente que la negativa de Feijóo está empezando a producir un deplorable efecto colateral: la extendida creencia de que, simplemente, no se ve capaz de hacerlo. Una moción de autocensura, eso parece.
Desde el viernes, la situación aún se le ha complicado con el anuncio de Santiago Abascal de que Vox podría presentar una moción de censura con un candidato negociado con el Pp y Ciudadanos, de neutralidad acrisolada. El anuncio de Vox no tiene mayor sentido político -e incurre en la grotesca banalidad de identificar al presidente español con el peruano- y sí una grave posibilidad de caer en el frikismo. Pero le da a Feijóo la oportunidad de rechazarla con el imbatible argumento de que él va a presentar la suya propia. Nada hace pensar, desde luego, que vaya a hacerlo. Él es muy gallego y ni sube ni baja. Y, por lo tanto, ahí se va a quedar, puramente frigorificado, en el rellano.
(ChatGpt) Le pregunté a La Inteligencia Creada por Franco, Hitler y Stalin. Claramente reflejó la opinión del mundo. Salvo para Hitler, hubo matices positivos. Y es que para ganarse a la inteligencia no hay nada como ganar guerras.
(Ganado el 10 de diciembre, a las 11:32, 65 lpm, 35,6º).