La ley laboral española es un cementerio donde los ineptos entierran a los capaces

01/12/2022
Elon Musk es junto con Ferran Adrià el genio vivo más importante de nuestra era. Hace en Twitter lo que todos tendríamos que hacer en nuestras empresas y en nuestras vidas: echar al 75%, basarnos en la libertad, fichar al mejor talento al precio que merece, y necesita como estímulo permanente, y optimizar el sistema de búsqueda. Los pobres viven en el presente, los ricos en el pasado y sólo los genios viven en el futuro y vuelven de vez en cuando para decirnos por dónde se accede y tirar de nosotros hacia la luz.
Los cargos intermedios, mediocres y vengativos, que dan curso a su frustración entorpeciendo a los que intentan hacer algo valioso y rentable; los cargos duplicados, los que hacen cosas que no hacen falta, los que no tienen nada que hacer y enredan para justificar su salario, y los que directamente no hacen absolutamente nada y no sienten por ello ninguna vergüenza ni miedo constituyen por lo menos la mitad de la plantilla de cualquier gran compañía, incluso las que están en apuros económicos. Muy pocas, por no decir ninguna, tienen la valentía de Musk y se dejan quebrar por esa funesta mezcla de holgazanes, resentidos e incompetentes. La ley laboral española es un cementerio donde los ineptos entierran a los capaces y no al revés. Los sindicatos son la muerte sin resurrección.
La libertad es difícil y casi todo el mundo prefiere teóricas medianías confortables que acaban siempre en corrupción y con un posicionamiento extremadamente sectario, como en Twitter sucedió antes de que Musk llegara y tirara de la cadena del váter. La corrección política, el buenismo, el feminismo, el ecologismo o el indigenismo son fórmulas que la izquierda pretende que asumamos por encima de las ideologías pero son profundamente ideológicas. Calculadas microexplosiones del marxismo cuando cayó el Muro para mantener su hegemonía cultural, y hay que reconocer que la han mantenido.
Nuestro sistema de búsqueda deja también mucho que desear, tanto en el talento como en los objetivos profesionales y en lo que nos hace felices. En el talento era de esperar porque gastamos el dinero en mantener a los que de sobra sabemos que no funcionan, y luego no nos alcanza para pagar lo que también de sobra sabemos que es en verdad lo que merece la pena. Los raquíticos objetivos profesionales y no saber lo que nos hace felices son una cosa y lo mismo. Por eso a tantos españoles Elon Musk les parece arrogante, loco, y hasta idiota; y dicen que le fallan las maneras, que no son sólidas sus empresas y que el fracaso es lo único que le espera. Y lo piensan incluso cuando llegan a sus casas y se dan cuenta de que están tristes, insatisfechos, angustiados, arruinados o casi, y se sienten solos porque no quieren a sus esposas y sus hijos no saben ni quiénes son porque nunca les hicieron caso. Y si tuvieran que volver a empezar continuarían creyendo que Musk es un desgraciado y no tendrían la menor intuición de cómo hacer ni hacerse un mundo un poco más agradable.