Hemos atropellado a Francia, hemos atropellado a su cocina, hemos atropellado sus cocineros pero no somos capaces de escribirlo y decirlo para que el mundo lo sepa y hacemos el ridículo cada año es noviembre esperando que salgan las estrellas de la liga francesa
Guía Michelin 2023: dos nuevos tres estrellas iluminan el olimpo gastronómico de España
Estos son los nuevos restaurantes con estrella Michelin en 2023

23/11/2022Actualizado a las 06:23h.
Me alegro mucho por la primera estrella de Enigma, Come y Slow and Low. Los tres son restaurantes a los que me une una intensa historia de amor. Pero un año más Michelin desdibuja la superioridad de España con estrellas erráticas que confunden las joyas con la hojalata. Es insólito y tercermundista que la primera potencia gastronómica del mundo espere cada año la validación de una guía francesa, caduca, que defiende los intereses económicos de sus cocineros y que tiene por principal objetivo desmerecer y desprestigiar a los cocineros españoles creando una falsa jerarquía que cualquiera que nos visite acabe pensando que somos un bluf que no merecemos la pena.
Que España, con la mala leche que tenemos, el talento y el dominio del lenguaje no hayamos sido capaces de sentar con una guía propia el nuevo cánon de la cocina mundial dice mucho de lo pardillos que somos, pardillos y tontos. Mira los franceses cómo se defienden. Preguntad a los hermanos que han conseguido la tercera estrella este año lo que han tenido que hacer. Preguntadles el número de flexiones. Es ridículo tener que irle a suplicar al que no te lo quiere dar porque le arruinas el negocio patrio. Si te lo da, tranquilo, es que no vales nada.
Me alegro decía por las estrellas de Come y Enigma, que habrían tenido ser tres de golpe junto a las tres que tampoco tienen Mugaritz y Etxebarri y las que sí posee Aponiente.
En las guías siempre hay uno que gana y otro que pierde pero es muy triste como país, como potencia, como España, que nos dejemos destruir por una banda de franceses amargados, vencidos, agotados, desesperados, que ya no saben qué hacer para negar la verdad, para negar la evidencia, para escaparse de tener que asumir que les hemos pasado con la Historia por encima. Hemos atropellado a Francia, hemos atropellado a su cocina, hemos atropellado a sus cocineros pero no somos capaces de escribirlo y decirlo para que el mundo lo sepa y hacemos el ridículo cada año en noviembre esperando que salgan las estrellas de esta guía francesa.
Escribir es ordenar y ordenar es mandar, y hasta que España no escriba no ordenará y por lo tanto no mandará. España, el Estado español, necesita una guía que marque las pautas el nuevo orden mundial.
No necesitamos una guía para darnos la razón, una guía autocomplaciente, una guía pelota como lo es la Michelín con sus mediocres chefs franceses del momento.
Necesitamos una guía que diga la verdad, pero que la diga desde el talento, desde la libertad creativa que ha introducido España en el mundo gastronómico.
Necesitamos una guía ecuánime que esté a la altura de la enorme calidad que hay en España; una guía que sea creativa en la propia forma de presentarse y que nos ayude a explicar al mundo el fenómeno del talento revolucionario que inauguró Ferran Adrià en El Bulli.
No es tan difícil, no es tan complicado, se puede hacer si se intenta con un poco de sentido común, con mucha voluntad, y con los mejores escribiendo al servicio de esta idea.
Pero mientras cada año esperemos el veredicto de los franceses histéricos y resentidos, nuestra cocina no va a tener ninguna importancia más allá de nuestro barrio.
En un país como España, Michelín, tendría que ser un espectro del pasado, una burl que se hicieran los niños cuando juegan en las bibliotecas y queman de vez en cuando un libro para ver cómo arde.
Pero dependemos completamente de esta publicación como un signo más de nuestro atraso político y moral, que no gastronómico o artesanal, sino estrictamente de ciudadanos menguados que aún no han comprendido dónde se pierden y se ganan las grandes batallas del mundo.