El problema son los buenos. Salvador Sostres.

La política catalana está podrida de fanatismo, de mediocridad y de malos, pero los buenos dimitieron

Salvador SostresSalvador Sostres

José Tomás toreará la semana que viene en Jaén pero antes de la pandemia le ofreció a Balañá -propietario de la Monumental de Barcelona- torear seis toros seis por Sant Jordi y otros tantos por La Mercè. Pese a que la prohibición taurina en Cataluña está derogada por el Tribunal Constitucional, Balañá declinó el ofrecimiento por no enfrentarse a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ni a los sectores más catetos del independentismo. Los populismos tienen su parte de culpa y no digo que sea fácil hacerles frente. Pero al final la última culpa o el último mérito lo tiene siempre el hombre libre, que se mantiene en pie o se tuerce. Podemos buscar excusas, pretextos. Pero somos lo que decidimos, lo que protegemos, los acentos de luz que ponemos en aquello en lo que creemos, o la luz que se apaga cuando desistimos y nos marchamos.

La familia Balañá hace años que pudo haber devuelto los toros a Barcelona y mantener la Monumental perfectamente abierta, pero ha preferido contemporizar, doblegarse a la tiranía, y salvaguardar su negocio de multicines y palomitas. Yo podría respetarles si fueran antitaurinos y con su actitud defendieran su posición sobre el asunto, pero son una familia de alta tradición taurina que simplemente no quieren dar la cara ni pagar el precio por defender la Fiesta y la libertad. Están en su derecho, tal como yo tengo también el derecho a advertir que acudir a sus cines no es neutro, porque es por lo que nos vendieron. Nuestra mayor libertad es lo que hacemos con nuestro dinero y yo no voy a dárselo a quien por Sant Jordi y La Mercè me dejó sin José Tomás.

La política catalana está podrida de fanatismo y mediocridad pero nunca podría haber llegado tan lejos, ni a hacernos tanto daño, si los que se rindieron hubieran aguantado el tipo. El problema no son los malos, porque siempre hay malos y para vivir hay que contar con ellos. El problema son los buenos, que dimitieron. Lo peor no son las calamidades con que Ada Colau y los independentistas destrozan Barcelona, sino que nos lo merecemos.

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