Mil gintónics con Alberto. Por Salvador Sostres.

Nadie se habría atrevido a hablar con tanta grosería de Yolanda Díaz o de Meritxell Batet

Salvador SostresSalvador Sostres

Qué valientes todos con el diputado Casero. Qué bien se le da el linchamiento al español medio. Con qué gallardía se multiplica la turba cuando uno está solo e indefenso. Alberto Casero ha cometido un error en el momento más inoportuno. Y es cierto que ha sido un error especialmente parodiable. Pero lo que ayer se le escribió y se le dijo, metiéndose con su cara, con su pelo, con su peso y hasta con su sexualidad es de país de abusones, de cobardes y de cabreros. Si hubiese sido una mujer o un negro, o simplemente de izquierdas, nadie se habría atrevido a publicar semejantes salvajadas, convirtiendo un fallo tonto -pero precisamente por ello comprensible- en la destrucción total de una persona a la que se le ha negado cualquier indicio de dignidad. Nadie se habría atrevido a hablar con tanta grosería de Yolanda Díaz o de Meritxell Batet, cuando esta última además mintió en sede parlamentaria y secuestró la soberanía nacional no dejando entrar al diputado en el hemiciclo y negándole su derecho fundamental de votar presencialmente. Nadie se habría atrevido a escribir en estos términos de un musulmán o de un sindicalista pero a un diputado del PP se le pude llamar gordo, asqueroso y subnormal y todo en la misma frase. Es verdad que el PP se ha vuelto un partido gafe, desconectado de la realidad y que cuesta mucho entender la estrategia de su secretario general. Los resultados, en cambio, se entienden muy rápido porque son un auténtico e inapelable desastre. Es verdad que Casero es uno de los matones de provincias que tiene Teo para tratar de controlar lo que es evidente que no controla, pero por grave que sea su descuido del jueves por la tarde, la cacería contra un hombre acorralado tendría que avergonzaros. Yo soy el primero que he escrito artículos muy duros sobre mucha gente, pero nunca contra un débil o uno que no pudiera defenderse. He sido cruel pero nunca oportunista ni un ventajista, o eso he procurado. Y porque me he equivocado y he perdido, y he visto a la muchedumbre viniendo a por mí, prefiero uno y mil gintónics con Alberto que ni por un instante pudieran confundirme con los miserables de las piedras.

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