El chiringuito y la ola. Por Jorge Bustos. El Mundo.

El político que ofrezca restauración en el ciclo electoral que nace será el que mande.

Efe
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Divierte estar en la hamaca, mirar al chulo exhibiéndose en la orilla y descubrir el tsunami que se forma a sus espaldas. En realidad no es divertido, porque el tsunami también volcará nuestra hamaca, pero siempre podremos contar que nosotros lo vimos venir. Hablo del espectador liberal agotado, del frívolo postureo de la izquierda aún en el poder y de la gigantesca ola conservadora que se viene encima. Hablo de España, que para eso tiene más litoral que nadie, pero no solo de España.

En el chiringuito hay también amigos del chulo de playa que se empiezan a inquietar cuando miran las encuestas. Los más espabilados ensayan grititos contra la amenaza «neorrancia», y su torpe glosario de menguantes mandarines vuelve a delatar esa petulancia que es la premisa de su próximo naufragio. Así es imposible atender al movimiento de las corrientes ni entender el rolar del viento, la demanda creciente de seguridad que unos tachan de nostalgia y otros cargan de futuro. El mundo que sale de la pandemia es un bañista tiritando en busca de calor que desprecia la ideología como un pasatiempo remoto, propio de los días soleados. Habrá tiempo de volver a las trincheras cuando nos hayamos aburrido de tenerlo todo. Ahora el personal hace recuento de daños y encuentra demasiados. El político que ofrezca restauración en el ciclo electoral que nace será el que mande.

Hoy como ayer entablan conflicto político dos formas de superioridad moral: la abstracta de la izquierda y la concreta de la derecha. El patrón de la Superioridad Moral Abstracta (SMA) sería Sartre, que amaba a la humanidad genérica e ignoraba por excesivamente estadísticos los esqueletos ateridos de los gulags. El patrón de la Superioridad Moral Concreta (SMC) sería Camus, que entre la justicia y su madre prefería a su madre. El siglo XX levantó un macabro teatro al enfrentamiento entre SMA y SMC, entre militancia y vida, entre ideología y biología, entre platonismo y caridad. El XXI va repitiendo como farsa aquella tragedia, pero pocos humoristas son capaces de señalar la decadencia del activismo en toda su grotesca desnudez. Lo ha hecho Juan Carlos Ortega, orfebre de un episodio radiofónico ya legendario que, oído en la SER, crepita como un chorro de ácido sulfúrico sobre la piel woke de un bebé.

Volvamos al chiringuito. Allí aparece Garzón preocupándose por el bienestar de los cerdos, no por el bolsillo de los pobres que pueden comerlos gracias a la crianza intensiva. Y al fondo aparece Ayuso presentando un ambicioso plan de apoyo a las familias. Luego dirán que nadie lo vio venir.

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