Rafael Zaragoza
Todo empezó con la película de los Beatles “¡A Hard Day´s Night”, en aquel bello cine modernista, el Gades. El impacto de aquella música y de su atmósfera British cambió mi vida. El inglés era ya mi pasión y la única asignatura en la que sacaba matrícula desde niño. Después vinieron las listas de discos de la radio, Escala en Hi Fi en la tv, el Piper club de Enrique las Marinas (Quique Street) y los viajes a Torremolinos, (más tarde a la Costa Brava y Barcelona), donde respirábamos la libertad de los guiris.
Un segundo hito vital fue mi paso por la mítica academia Universitas, con personas tan emblemáticas como Serafín Gutiérrez y su mujer Angelines, Manuel Mora, Lolo Adrada, Marchante, Quiñones, etc. Todos ellos estuvieron a la vanguardia del Cádiz cultural de la época, y en parte del Cádiz político. Allí intercambiábamos discos de los Beatles, los Stones, los Who, Elvis, Chuck Berry, etc. Recuerdo la música negra de Percy Sledge, Wilson Pickett, James Brown y Otis Redding.
En Cádiz oíamos rock en la radio de la mano de un omnipresente e iletrado locutor, cuyo inglés paleto nos desesperaba; nos veíamos en los alrededores de la Plaza Mina; había concursos de conjuntos -como se decía entonces- en el Falla y el Gaditano; íbamos a los famosos guateques y a los bailes de la Piscina, el Cantábrico, el Casino, Náutica, el balneario La Palma y sobre todo el Cortijo. En la ciudad -y en todo el entorno de Rota- se hacía una música muy interesante, con swing, con grupos como los Abunais, los Tekas, los Shaders entre otros, y especialmente los Simun (o Simún), sin duda el mejor grupo de blues-rock en España. Superaban a los Smash de Sevilla – muy buenos también, aunque menos finos- y al rock blando de Máquina, de Barcelona. La música de Madrid era más comercial. Los Simun de mi época (hubo cambios) fueron: Nono Ábalo, el mayor, batería y líder del grupo; el genial Antonio Reguera, hoy una mezcla de Beni de Cádiz y Jimmy Hendrix, que ahí sigue: los viejos rockeros nunca mueren; Fernando Caso, gran bajo que sigue con su aspecto de hippie americano total; y Manolo Martínez, el punteo más exquisito del rock español y al que tuve la suerte de entrevistar. A fines de los 60 me fui a Sevilla, donde ví otro film definitivo: “El Graduado” y su “Scarborogough Fair”. Por entonces llegaron el auto-stop, los cigarros aliñados y la música de Cream, Jethro Tull, Led Zeppelin, Mayall, Dylan, Santana, Janis Joplin, etc. Fueron los tiempos ácratas de primera juventud.
Poco después llegaron el marxismo, la mili, la militancia clandestina, otra vez Sevilla, la Facultad y la Historia. Es la época de la segunda juventud, de una conciencia pretendidamente menos frívola y de “compromiso”, como se decía, en la que me intereso especialmente por lecturas de ensayo, política e historia, algo que ya me acompañaría siempre.