El sitio de su recreo . Jorge Bustos.

Se trata de colonizar el sitio del recreo de los niños para convertirlo en ámbito de proyección de las taras interseccionales de los adultos

El sitio de su recreo
BERNARDO DÍAZ

El niño catalán es un espécimen en peligro de extinción que debemos proteger de quien pretende protegerlo. La Generalitat, donde todo sectarismo tiene asiento y toda ideología equivocada hace su habitación, ha descubierto que el niño catalán es más niño que catalán, y se propone corregir tan enojoso desequilibrio con todos los instrumentos a su alcance: el dinero de los padres y la chaladura de sus políticos. Urge erradicar esa lacra neoliberal llamada infancia. Empezando por su hábitat, que es el patio.

Desde Kundera sabemos que la cursilería delata al tirano camuflado. El objetivo es que los patios sean «espacios de juego inclusivos y diversos», siempre y cuando no incluyamos entre los diversos a los que se empeñan en jugar en castellano bajo la atenta mirada de los sabuesos lingüísticos de la Stasi del patio. Se trata de colonizar el sitio del recreo de los niños para convertirlo en ámbito de proyección de las taras interseccionales de los adultos. Esos que ven un gulag en cada campo de fútbol de cemento, donde todos los niños dichosos aprendimos a serlo entre regates multitudinarios y rodillas ensangrentadas. Y es normal que a los ingenieros sociales del igualitarismo no les guste el fútbol de patio, porque allí el marcador es inapelable y los capitanes escogen o descartan a los integrantes de sus equipos por estricto orden meritocrático. Los mejores primero, los peores al final: valiosa pedagogía para el futuro laboral. ¿Que las niñas no juegan al fútbol? Discrepa Alexia Putellas con un Balón de Oro en la mano.

El patio no es un ensayo de la vida adulta sino su feliz ausencia. El problema, por explicarlo con un sintagma que entienda el comisariado, es la apropiación cultural del patio por parte de los adultos. Cada cual se lame su identidad herida como más le consuele, pero a quienes imponen sus categorías descacharradas a los críos más les valdría que les ataran una piedra al cuello y los tiraran al Llobregat. Quien sueña con regular el recreo ya no se acuerda de su niñez; o peor, lo pasó tan mal entonces que no resiste la tentación de ajustar antiguas cuentas propias en nuevas cabezas ajenas. En el exótico laboratorio mental conocido como Cataluña los adultos juegan con fuego pero a los niños, malinterpretando a Serrat, no se les deja joder con la pelota. Que es lo que tienen que hacer. Y vosotros, centinelas del trauma, vigilad más la calidad de la enseñanza en las aulas y menos el gozoso salvajismo del recreo.

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