Feminismo extremo (12 3 2020)

Hay un machismo residual de costumbres que debe ser superado a través de la educación y de ponerlo en evidencia. Pero la igualdad ante la ley de mujeres y hombres, que es la principal demanda del sufragismo clásico y del feminismo de los 60, está garantizada en España desde la Constitución de 1978 (la brecha salarial es un camelo, nadie conoce un caso). En realidad es al revés, hoy la ley discrimina al hombre por serlo. Todo el mundo sabe en qué situación quedan los hombres divorciados o qué les pasa cuando reciben una denuncia de supuestos malos tratos que la inmensa mayoría de las veces ni siquiera se admite a trámite.

Quien no conozca nuestro país y oiga a las feministas radicales pensará que España es un infierno donde las mujeres no pueden salir a la calle porque son asesinadas y violadas en masa. Pero España es uno de los países más seguros del mundo para ellas (y para todos). Paradójicamente, donde hay más crímenes contra las mujeres es en el norte de Europa, considerado menos machista. La prensa se recrea señalando a los hombres, pero no suele informar de otras estadísticas porque son un tabú progre. Por ejemplo de asesinatos cometidos por mujeres o inmigrantes ilegales.

Históricamente, la izquierda nunca estuvo a la altura de sus prédicas. En la idealizada II República, la defensora del voto femenino fue Clara Campoamor, del Partido Radical, un partido más bien de centro. En contra del sufragio femenino se manifestaron Margarita Nelken, del PSOE, y Victoria Kent, radical-socialista. Azaña y Prieto se ausentaron del Parlamento para no votar en contra.

El feminismo dominante afirma que la supuesta inferioridad femenina es producto del capitalismo. Es un feminismo rojo, no violeta. Pero es justo en occidente donde hay un trato igualitario hacia la mujer, y no en Cuba o China. La izquierda ha pasado de impulsar -rentabilizar- el odio del obrero al empresario (hoy superado por el éxito capitalista), por el odio de la mujer al hombre. Hay miles de cargos y subvenciones en juego. Si como dice Montero el sexo biológico debe ser sustituido por el género voluntario, la lucha tradicional por la equiparación hombre-mujer deviene absurda. El totalitarismo -también el feminista-, necesita intimidar a los discrepantes y convertirlos en enemigos a expulsar e insultar. Le ocurrió a C´s en Madrid.

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