Josep Pla

El 8 de marzo rememoramos el nacimiento de Josep Pla (1897-1981), el mejor escritor catalán del siglo XX. Pla es otro de los escritores silenciados por el “progresismo” cultural dominante por haber apoyado a Franco (frente a lo que él consideraba “la locura frenética y destructora” revolucionaria). Menos mal que aún ningún ignaro le ha retirado placas y bustos en su tierra, como a Pemán. ¿Hay que recordar a estas alturas que media España apoyó al bando nacional, desde la mitad de los intelectuales (Trapiello dixit) hasta el partido republicano mayoritario de Lerroux? También familiares de muchos progres que impulsan esta hemipléjica memoria del rencor. ¿Hasta cuando?

Sigamos con Pla. Tras una vida azarosa, se instaló en su masía de Llofriu en la posguerra, donde vivió una especie de exilio interior (nunca se acomodó al régimen) apegado a un pueblo que como él dijo “no ha producido ningún redentor, ni ningún coleccionista de sensaciones raras, ni ningún predicador estentóreo”.

Viajó mucho, tuvo varias mujeres (aunque no fue un seductor) y lo vivió todo, incluido un infarto que describió magistralmente en sus diarios. Una de sus normas fue “beberse en la comida una botella de vino y levantarse de la mesa en un estado de mayor equilibrio que antes de comenzar”. Escritor prolífico (unas 30.000 páginas), mantuvo siempre un estilo claro, preciso y sobrio, ajeno a la afectación, en el que se mezcla lo popular, la sencillez y la creatividad.

Durante la República fue cronista parlamentario hasta que huyó de un Madrid peligroso (escribió una Historia de la Segunda República imposible de encontrar). Tras la guerra, colaboró en Destino, una revista vinculada a los vencedores aunque pronto distanciada.

Algunos de nuestros escritores más interesantes de hoy se han ocupado de Pla. Arcadi Espada escribió un diario sobre el diario del ampurdanés que recomiendo. Sánchez Dragó le dedicó su programa “Negro sobre blanco” e Ignacio Peyró colaboró en dos números monográficos de las revistas “Insula” y “Quimera”.

Xavier Pericay ha dicho que Pla no es una escritura sino una compañía permanente de la que siempre estás aprendiendo porque ha recorrido el mundo antes, más y mejor que tú.

Para Valentí Puig, el escritor ampurdanés recibió influencia del gran Montaigne, pero también de los periódicos, y de hablar con la gente.

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