Las dictaduras son perversas por naturaleza. Establecida esa premisa, a veces la palabra dictadura encubre situaciones bien diferentes. No es lo mismo la dictadura de Primo de Rivera, que la del comunista Pol Pot, un genocida que fusilaba a los que llevaban gafas o hablaban inglés porque se les presumía occidentalizados.
En general, el comunismo es algo más que una dictadura política, es un totalitarismo que impone la supremacía del estado sobre el individuo no sólo en lo político, sino en todos los ámbitos de la vida, en especial en el económico y social. Cuando Solzhenitsyn vino a España se extrañó de que llamaran dictadura a un régimen que permitía desplazarse, comprar un piso, hacer fotocopias o leer prensa extranjera. La izquierda, que ya predominaba en los medios, se escandalizó: Juan Benet llegó a decir que mientras hubiera personas como el nobel ruso, el Gulag debía permanecer.
El fascismo surgió como una reacción al comunismo. Fue Hitler, que como Mussolini era socialista (nacional-socialista), el que aprendió las técnicas de los campos de concentración de otro genocida, Lenin, y no al revés. En la guerra incivil, los militantes del partido republicano más importante, el republicano radical, prefirieron unirse a Franco para defenderse del proceso bolchevique al que se dirigía el Frente Popular. Sin embargo, el comunismo ha seguido teniendo prestigio en occidente, quizás por su persistente penetración en los medios, la enseñanza y la cultura, y porque nunca tuvo su juicio de Nuremberg.
En España sin ir más lejos hay una ofensiva del comunismo populista -que ya domina las grandes ciudades y controla al gobierno- para liquidar la Constitución y la Monarquía, ofensiva que confluye con el separatismo catalán (y otros) que quiere romper la nación. El populismo, la quiebra territorial y la ruina acechan a España sin que lo parezca y sin que las tvs nacionales califiquen a Podemos de extrema izquierda ni vean peligro alguno mas que en Vox.
En España ha habido una radicalización de la izquierda desde Zapatero, el valedor de Maduro, sin que el centro derecha haya dejado su moderación. También pasó en la República. La nación está reaccionando, pero necesitamos un PSOE claramente constitucional. Mientras tanto, el doctor Sánchez, si puede, no convocará las elecciones prometidas.