Hasta pronto, Santander

El verano se acaba y mi enésimo reencuentro con La Montaña va quedando atrás. Todo se ultima y la nostalgia agudiza los sentimientos. De nuevo, la llamada del ancestro (y de su clima) me ha llevado por los hayedos, robledales, prados, ríos y casucas norteñas. Esta vez no veo a ningún gaditano. Se ve que las generaciones de hoy pierden ya el contacto con un paraíso del que procede medio Cádiz. He visto lugares nuevos, y otros que nunca dejo de visitar, como el valle de Carriedo, mi particular Itaca. Las cuevas de Puente Viesgo son una verdadera joya prehistórica que aún pueden verse in situ. Liérganes es una villa de casas solariegas y un puentecito sobre el río, de cuento. Comillas tiene un Modernismo sólo por detrás del de Barcelona y Melilla, del que sobresale “El Capricho”, casita casi de chocolate construida por Gaudí para el cuñado del Marqués de Comillas (de tanta importancia también para Cádiz). El misterio secular de los capiteles de la Colegiata de Santillana nos emociona de nuevo. Al este, y desde Santoña, un barquito nos lleva por las marismas, Laredo y los empinadísimos acantilados. “¿Es bonita la costa de Santander?” nos inquiere un guía plasta que no para de hablar durante el delicioso paseo. “La costa montañesa es mu bonita pero pa ir callao”, pienso emulando al hermano de Jesulín. Castro Urdiales, típico pueblo marinero norteño, de grandiosa iglesia, presenta el mismo ambientazo de siempre a la hora del aperitivo. Ya al oeste, pasamos por el puente de San Vicente hasta llegar a Prellezo: su espectacular playa rocosa nos recibe al atardecer con su imperecedera belleza. Y por último, Santander, donde paseamos por su inigualable cornisa marítima, con sus jardines y sus playas de la Magdalena y El Sardinero. Su mercado modernista, junto con el de Cádiz, Coruña y Barcelona, de los mejores de España. Tres recomendaciones para picar y beber: Casa Lita, El Diluvio y Bodega Las Estaciones. A destacar las rabas, (nada que ver con nuestros duros calamares) y la tortilla montañesa de cebolla. Finalmente nos damos un homenaje de mariscos que pagamos de nuestro bolsillo (no somos gerifaltes sindicales). Una novedad no agradable: el trato de algunos hosteleros menores de 40. La Logse también ha pasado por aquí.

Enlace al artículo.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies