Tengo un amigo muy querido que ha ido a la acupuntura. No lo reconozco. ¡Él era tan contrario a eso! Es verdad que por los 60 llevaba el pelo largo, fumaba marihuana, escuchaba a Cream, y se introdujo en el zen. Y que en los 70 fue un izquierdista clandestino de los de ficha policial. Quiero decir que fue de los primeros progres y por tanto culpable en parte del pensamiento único actual, incluidas las devastadoras pedagogías logsianas y el orientalismo. Pero también es verdad que todo eso acabó avanzada la treintena, dada su inquietud intelectual (no del todo: lleva pulsera de cuero y aún muere con Pink Floyd). En política, primero fue el OTAN sí, luego la socialdemocracia y antes de los 40, el liberalismo. Por el lado cultural, recuerdo con que alegría huyó de Alcances, tras años de tortuosos ciclos de cine húngaro. Ya antes había abandonado aquel teatro de cortinas negras, el camelo pictórico actual y el realismo fotográfico (Las Hurdes, siempre). Nihilismo progre, adujo. ¿Y las manifestaciones? A la del 1 de mayo y a la de Rota las había enviado al mismo túnel del tiempo que a aquellas ceremonias nacional-católicas. Pero a lo que vamos: especial tirria del pack progre le producían los remedios orientales, tan extendidos hoy en nuestras ciudades, especialmente entre mujeres de toda condición intelectual. La meditación, el yoga, el taichi, la homeopatía…. y la acupuntura. Y de repente va y acude a ella. Comprenderán mi desconcierto. ¿Qué había pasado? El pobre, al parecer, sufría de dolores que combatía con civilizatorias pastillas (pastilla que vuela a la cazuela, era su lema). Pero llevaba tiempo tomándolas y se asustó. Todas las mujeres que rodean su vida le instaron amorosamente a que probara con la inocua acupuntura. Así que probó. En la primera sesión recibió un sermón soporífero, le hincaron agujas dolorosas, le pusieron un mantra espantoso, le agujerearon la oreja y le vaciaron la cartera. Y le quemaron la barriga. En la segunda le produjeron hematomas. Un mes después aún tiene las quemaduras y está peor de lo suyo. Así que ha vuelto a ser él y no ha ido más a la acupuntura tras un intercambio de pareceres con el chamán de la “clínica”. Y digo yo a las mujeres de hoy (aunque sea caso perdido): ¿No era más terapéutica una buena Novena? Se hacía en una iglesia bonita con música clásica y esculturas barrocas, el cura no era un iletrado, ellas cantaban, oraban, y se confesaban. Salían nuevas de la Iglesia. Y sin agujas ni chamán de barrio. No nombro el lugar precisamente por caridad cristiana.